Resurgiendo de las cenizas - Capítulo 812
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Capítulo 812
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Maia no era la verdadera hija de la familia Morgan, pero había nacido el mismo día que Rosanna. Por eso, los Morgan habían organizado una vez una celebración conjunta para ambas.
Mientras leía el artículo, Raegan soltó una risita. «Vaya, qué curioso… Maia no es una Morgan, ¿eh?».
Continuando con la lectura, se detuvo al ver un nombre familiar: el hermano menor de Kiley, Claudius, que le había regalado a Maia algo excesivamente lujoso.
«Eso explica la reacción de Kiley. Su propio hermano está detrás de Maia, alguien que en realidad es de los barrios bajos».
Justo cuando se disponía a seguir leyendo, Raegan contuvo el aliento.
Una nueva imagen apareció en la pantalla: alguien con una máscara, que se presentaba como representante del Sr. M y ofrecía regalos a Maia.
La mirada de Raegan se endureció mientras observaba la foto, apretando la mandíbula. Los músculos de su mano se tensaron alrededor del ratón, y sus nudillos palidecieron por la presión.
No había forma de que confundiera esa máscara con ninguna otra.
Pertenecía exclusivamente a los miembros de The Mask.
Sin embargo, lo que realmente la sorprendió fueron los extravagantes regalos: una explosión de fuegos artificiales, un fascinante espectáculo de luces con drones y la Lágrima del Ángel, un raro zafiro azul valorado en trescientos millones.
Raegan amplió la imagen y se concentró en ella, con la mirada fija en los detalles de la máscara. Cuanto más la examinaba, más familiar le resultaba.
De repente, se dio cuenta y abrió mucho los ojos. Esa máscara era la que llevaban los miembros de élite encargados de proteger al líder.
Raegan soltó un grito ahogado y sintió un nudo en el pecho.
¿Podría ser? ¿Era el Sr. M realmente el líder de The Mask?
Un sorprendido «¡No puede ser!» escapó de los labios de Raegan antes de que pudiera detenerse. La verdad la golpeó con el frío de una ráfaga invernal, provocándole un dolor agudo en lo más profundo de su ser.
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Para llevar a cabo una exhibición tan extravagante —tanta riqueza, miembros de la organización entregando en mano un regalo de cumpleaños— solo la figura más importante de The Mask podía ejercer ese tipo de poder.
Una pregunta martilleaba su mente: ¿qué representaba esa única letra «M»?
¿Metal? ¿Máscara? ¿Quizás Maestro?
Fuera cual fuera la respuesta, sus pensamientos volvían a la misma presencia imponente: el misterioso líder que siempre llevaba esa máscara plateada. Era todo lo intocable: orgulloso, distante, totalmente gobernado por la razón.
¿Cómo era posible que llegara tan lejos por una mujer?
Una repentina oleada de resentimiento invadió el pecho de Raegan, ardiendo con más intensidad con cada respiración. Sus ojos se posaron en los lujosos regalos de cumpleaños y un nudo se le formó en la garganta, con el corazón oprimido por la incertidumbre.
¿Era Maia la mujer que había logrado captar la atención del legendario líder?
Tan pronto como la sospecha se le pasó por la cabeza, la respiración de Raegan se aceleró, cada inhalación era entrecortada y aguda. La envidia brillaba en sus ojos, apenas contenida, mientras su pecho subía y bajaba con un ritmo agitado.
No podía creerlo; su mente luchaba contra esa posibilidad con todas sus fuerzas. Aceptarlo era imposible. Los años que había pasado al lado del líder, desde la universidad, arriesgándolo todo por su causa, la habían convertido en la confidente de confianza que era ahora. Para él, ningún sacrificio era demasiado grande.
Nadie entendía la profundidad de su devoción tan claramente como la propia Raegan: su amor por el líder había sido durante mucho tiempo una verdad innegable. Se aferraba a la esperanza de que algún día, el hombre detrás de la máscara revelaría su rostro solo para ella, atrayéndola hacia él con sus brazos y rozando sus labios con los suyos.
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