Resurgiendo de las cenizas - Capítulo 801
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Capítulo 801
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Una vez que Maia se marchó, se produjo un largo silencio entre ellas antes de que Kiley finalmente dejara que su mirada se desviara hacia Raegan. Su pregunta fue suave y baja. «Entonces, ¿qué opinas de Maia?».
Con un encogimiento de hombros despreocupado, Raegan balanceó las caderas y rodeó con el brazo el de Kiley, recostándose como si nada pudiera perturbarla. «Cree que unas cuantas victorias insignificantes la convierten en alguien importante. Sinceramente, he conocido a docenas como ella: rápidas en ponerse a la defensiva y demasiado orgullosas para su propio bien».
Mientras se echaba el pelo hacia un hombro, Raegan dirigió la mirada hacia Mariana, con una sonrisa pícara en los labios. Hacía un momento, se había dado cuenta del evidente intento de Mariana de subir la apuesta. Eso le hizo preguntarse si los sentimientos de Mariana hacia el hijo ilegítimo del Grupo Cooper iban más allá del simple desdén.
Ese podría ser el tipo de detalle que su jefe querría saber.
Kiley entrecerró los ojos y una sombra se dibujó en su rostro mientras seguía la mirada de Raegan hacia donde estaba Mariana. Su voz, aguda y fría, resonó en la sala.
—Mariana, deberías saberlo mejor. Como Cooper, la compostura lo es todo. Has tomado esta decisión sin siquiera consultarme. Espero que no estés actuando por capricho, porque más te vale estar absolutamente segura de que puedes ganar.
Pero Mariana no se inmutó. Su mirada se mantuvo firme, ardiendo con desafío.
—No tengo ninguna duda, Kiley. Voy a ganar. Lo que Maia me robó, lo voy a recuperar con mis propias manos.
Las cejas de Kiley se movieron y su mirada severa se suavizó ligeramente. Se acercó deliberadamente a Mariana y le puso la mano delgada sobre el hombro. Su voz, tranquila y mesurada, transmitía una autoridad silenciosa.
«Mariana, tu determinación es admirable, pero si quieres ganar, la determinación por sí sola no te llevará hasta allí».
Mariana parpadeó, desconcertada por el cambio de tono de su hermana.
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Kiley exhaló lentamente, y sus palabras se volvieron persuasivas, casi instructivas.
«Dime, ¿en qué tipo de pintura eres más fuerte? Si realmente quieres ganar, necesitas una estrategia, no solo bravuconería. Usa todas tus fortalezas. Aprovecha el campo a tu favor».
Una chispa de confianza iluminó los ojos de Mariana.
Tras una pausa, dijo con serenidad:
«Retratos. Especialmente de mujeres. He ganado dos medallas de oro nacionales por ello».
—Perfecto —murmuró Kiley, con una sonrisa de satisfacción en los labios—. Entonces mañana, ese será el campo de batalla que elijamos. Y Mariana, da por hecho que Maia está en plena forma. Trátala como a una maestra, aunque creas que no lo es. Porque en el momento en que bajes la guardia… será cuando caigas.
Una leve sonrisa se dibujó en los labios de Mariana. Como siempre, la precisión y la calma calculada de su hermana eran inquebrantables, pero esta vez Mariana no sentía necesidad de preocuparse.
«Maia no es más que una fachada. Cuatro años en prisión, centrada en el diseño de moda. ¿Cuánto tiempo ha podido dedicar a la pintura? Yo llevo en esto desde que era niña».
Se volvió para mirar a Kiley a los ojos, con el mentón levantado con orgullo.
«¿No confías en mí?».
«Sí. Pero confío más en el poder de la preparación», dijo Kiley con frialdad, bajando la voz hasta convertirla en un filo afilado. «Yo me encargaré del lugar. Todo estará preparado para que tengas ventaja. Tu trabajo es sencillo: pinta como si tu vida dependiera de ello. No le des ninguna oportunidad a Maia. Sin piedad. ¿Entendido?».
—Clarísimo —dijo Mariana, con los ojos brillantes de desprecio mientras miraba hacia la salida por la que se había ido Maia—. Aunque Maia sepa pintar, es imposible que haya alcanzado mi nivel en solo unos pocos años.
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