Resurgiendo de las cenizas - Capítulo 794
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Capítulo 794
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Incluso la pintura de Mariana tenía a alguien dispuesto a pagar ochenta millones por ella. La obra de Maia no podía valer menos.
Chris entrecerró ligeramente los ojos, con la mente ya en marcha. Haría una puja alta por Rebirth, lo suficientemente alta como para conservarla para siempre.
Mientras tanto, Alice se quedó sin palabras. Abrió mucho los ojos, llenos de asombro. Lentamente, se volvió hacia Maia, con una expresión radiante de alegría.
Un cálido rubor tiñó sus mejillas al darse cuenta. Así que por eso… No era de extrañar que Maia hablara con tanta perspicacia, con tanta profundidad intuitiva. Siempre había estado ahí. Ella había sido una genio desde el principio.
La admiración de Alice se convirtió en reverencia, brillando en sus ojos como la luz del sol sobre el agua.
A poca distancia, Grover se secó la frente, sin poder ocultar su pánico. El sudor frío se le pegaba a la piel.
La situación se le estaba escapando rápidamente de las manos.
Dio un paso adelante, abriendo los labios para instar a Maia a que se marchara en silencio una vez más, pero ella ya había sacado su teléfono. Mostrándole la pantalla, firme y sin inmutarse, dijo con frialdad:
«Sr. Pérez, esta es la invitación que usted mismo me envió. Puede confirmar mi identidad con este correo electrónico, ¿no es así?».
Grover se inclinó y miró la pantalla. Sus ojos se sobresaltaron y se le escapó un grito ahogado. Parpadeó y luego frunció el ceño.
«¿Es usted realmente Matias Watts?». Su voz temblaba ligeramente.
—Por supuesto. —Maia bajó el teléfono y lo miró a los ojos, con tono severo pero tranquilo—. No esperaba tal trato en una exposición de arte internacional. Quiero una explicación formal de usted y de todos los que han participado en esta farsa. De lo contrario, retiraré mi cuadro.
Un silencio se apoderó de la sala. Mariana apretó la mandíbula. Fue la primera en romper el silencio.
—Eso es absolutamente imposible —espetó.
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Pero, casi al instante, la sospecha brilló en su mirada. Sus labios se curvaron en una mueca de desprecio.
«¿Falsificaste ese correo electrónico? No creas que no conozco tus trucos, Maia. Si realmente tuvieras el talento para crear una obra así, ¿cómo es posible que sigas siendo una desconocida? O estás suplantando a Matías, o Matías eres tú, pero este Renacimiento definitivamente no es obra tuya. Por mucho talento que digas tener, es imposible que hayas desarrollado esa habilidad estando encerrada durante cuatro años».
La mirada de Maia se agudizó. Levantó ligeramente las cejas mientras miraba a Mariana, fría e impasible.
Cuatro años en prisión no podían haberla moldeado así. Eso era cierto. Pero ella no había cogido un pincel solo después de ser encarcelada. Le encantaba pintar desde niña.
La soledad. El silencio. Esa había sido su escuela. Cuando sus padres se volvieron fríos y distantes, fue la pintura lo que la ayudó a sobrevivir al dolor. Calmó el ruido en su pecho y le dio aliento bajo el peso.
La fama nunca le había atraído, y el dinero aún menos. Solo vendía sus obras cuando la necesidad la obligaba a ello, siempre bajo un seudónimo.
Vicki adoraba sus pinturas. Después de su muerte, Maia guardó las obras que le quedaban en una caja de madera y las incineró junto con Vicki. Sus pinturas eran pedazos de su alma y quería que viajaran con la única persona que la había querido.
El renacimiento había nacido dentro de aquellos fríos muros de la prisión. Le había llevado más de tres años. Innumerables noches de insomnio. Cada pincelada era un suspiro. Cada detalle, un grito silencioso convertido en color. Muerte y renovación. Dolor y esperanza.
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