Resurgiendo de las cenizas - Capítulo 793
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Capítulo 793
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A diferencia de la moda, que se podía dominar con estilo y rapidez, la verdadera pintura exigía no solo talento, sino también años de sudor, fracasos y un refinamiento implacable.
Incluso para Mariana…
Aclamada como un prodigio desde la infancia, producir una obra tan impecable habría sido un triunfo excepcional incluso para ella.
¿Pero Maia? ¿Cómo podría alguien como ella alcanzar esa cima?
Lo que avivó aún más el fuego de Mariana fue la dolorosa derrota que había sufrido en la gala del Grupo Cooper. Tras esa humillación, investigó a fondo los antecedentes de Maia.
Los informes eran muy claros: Maia había sido una estudiante rebelde, más familiarizada con los castigos que con la disciplina. Nunca se había matriculado en ningún programa de arte, nunca había participado en concursos de pintura y mucho menos había saboreado la victoria en uno.
Incluso si hubiera cogido un pincel entre los muros de la prisión, era ridículo pensar que pudiera alcanzar ese nivel en tan poco tiempo.
Así, la confianza de Mariana brillaba con fuerza. Después de todo, ¿qué sentido tenían sus años de sacrificio y lucha si Maia realmente podía lograrlo?
Entrecerró los ojos mientras respiraba lentamente, sintiendo cómo una nueva determinación surgía en su interior. Puede que hubiera perdido la corona en diseño, pero en el ámbito de la pintura, Maia ni siquiera podía pisar el mismo terreno de juego. Para Mariana, la afirmación de Maia no solo era absurda, sino también insultante.
Estaba segura de que Maia se había extralimitado al atreverse a hacerse pasar por el escurridizo Matías en público. Era su momento de atacar, de quitarle la máscara a Maia y desenmascararla como una impostora.
Volviéndose hacia Grover, su tono era firme y resuelto.
«Sr. Pérez, me juego mi reputación en esto: esta mujer no es Matías. Y como conservador del Museo Gascoyne, como figura clave detrás de esta exposición, ¿no es su responsabilidad eliminar a los impostores que mancillan el nombre de los verdaderos artistas?».
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Sus palabras se propagaron rápidamente entre la multitud, provocando un coro de apoyo.
«Conozco a esa artista: es Mariana Cooper, la pintora que hay detrás de Raging Waves. Esa obra es el alma de toda esta exposición. He oído que alguien ya ha ofrecido ochenta millones y que la puja final podría superar los cien millones».
«Sí, he seguido la carrera de Mariana. Es un talento excepcional, ganadora de múltiples medallas de oro en concursos internacionales de arte. Si ella dice que Maia miente, yo la creo».
Los murmullos crecieron como una marea creciente, agudizándose por segundos. Una voz atravesó la multitud.
«Resulta que esta mujer llamada Maia se hacía pasar por otra persona, pero la verdadera artista la desenmascaró. Apuesto a que nunca imaginó que la cuestionarían así. Alguien como ella merece un castigo. ¡Llamen a la policía!».
Otro intervino con voz llena de desprecio. «No es solo una plagiadora. Ha estado en la cárcel, ¿no? Eso la convierte en una estafadora y una ladrona».
Un tercero se burló, con los brazos cruzados. «Hoy en día, cualquiera se atreve a llamarse artista. Es vergonzoso».
Al otro lado de la sala, Chris se quedó paralizado. La revelación de Maia lo había dejado desconcertado. Su esposa no era solo una amante del arte, era una verdadera maestra.
Su mirada se fijó en el lienzo. Renacimiento. Esa única obra lo decía todo. Solo con ella, podría hacerse un hueco en el mundo del arte, no, incluso más allá.
Podría convertirse en un nombre venerado tanto por críticos como por coleccionistas.
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