Resurgiendo de las cenizas - Capítulo 747
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Capítulo 747
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«¡La sala de máquinas está en llamas, ha explotado!».
Un frío escalofrío recorrió la espalda de Kolton, oprimiéndole el pecho. La incredulidad lo dejó momentáneamente sin habla.
Al otro lado, se desató el caos más absoluto. Los gritos de auxilio se mezclaban con los gritos frenéticos para apagar el fuego.
Kolton logró dar órdenes entre dientes.
«¡Muevan la carga, ahora mismo! ¡Coged todo lo que podáis y sacadlo del barco! ¡Reducid las pérdidas!».
Tambaleó hacia atrás, desplomándose en su silla, con los ojos inyectados en sangre y muy abiertos por la conmoción, incapaz de procesar el desastre que se estaba produciendo.
Apenas controlando su furia, se volvió hacia los silenciosos agentes.
«¿No se suponía que tenían esto bajo control?».
Nadie respondió. La vergüenza les obligó a bajar la cabeza.
Tras un largo silencio, uno de los agentes rompió el silencio con voz débil y derrotada.
«Señor, lo hemos intentado todo. De verdad».
Apretando los dientes, Kolton luchó por encontrarle sentido a la calamidad.
¿Cómo era posible que tantos hackers expertos atacaran a la vez? ¿Era posible que ST y Polaris hubieran unido sus fuerzas? Parecía imposible: esos dos grupos nunca colaboraban y él no tenía motivos para que lo atacaran. A menos que… alguien lo suficientemente poderoso hubiera orquestado todo esto, forzando una alianza que nadie esperaba.
¿Quién en el mundo podría tener el poder suficiente para reunir a dos grupos de hackers de élite al mismo tiempo?
Esa inquietante pregunta rondaba la mente de Kolton, y la paranoia lo carcomía a medida que la crisis se alejaba cada vez más de su control.
«¡Maldita sea!». La maldición se le escapó de los labios, y perdió toda compostura. Claramente, había juzgado mal a sus oponentes: no eran aficionados que buscaban una ganancia rápida.
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A pesar del caos, seguía habiendo una prioridad: había que trasladar la carga y entregar el envío.
Con ese objetivo en mente, la fría disciplina de Kolton volvió poco a poco. Un resoplido agudo y burlón se le escapó.
Levantándose deliberadamente de su silla, sus ojos adquirieron el brillo frío de un cazador a punto de atacar.
«¿De verdad creían que volar una nave me haría rendirme?».
Inclinó la cabeza y bajó la voz hasta convertirla en un susurro bajo y amenazador que rompió la tensión.
«Afortunadamente, había previsto algo así».
En un principio, el segundo carguero gigante había sido preparado como cebo para atraer a sus enemigos. Pero las circunstancias ahora le obligaban a actuar: este respaldo tendría que convertirse en el transporte principal.
Sin dudarlo, Kolton marcó un número.
«Trasladad todo al segundo buque. Sacad a todos los agentes armados del carguero, que cojan barcos más pequeños y formen una escolta cerrada. El programa de esta noche no cambia».
Se acercó a la ventana y entrecerró los ojos mientras observaba el lejano resplandor de las luces del puerto que parpadeaban sobre el agua. Sus siguientes palabras salieron de su boca, más frías que el aire nocturno.
«Adelanta la salida una hora».
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