Resurgiendo de las cenizas - Capítulo 733
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Capítulo 733
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Conmocionado, Jarrod se apoyó contra el asiento. Sus palabras temblaban de incredulidad.
«Papá, ¿has perdido la cabeza? ¿Cómo puedes decir eso?».
La conmoción en la voz de Jarrod coincidía con la confusión que se agitaba en su interior. Solo unos días antes, sus padres estaban seguros de que Maia era el problema. Ahora, de repente, Rosanna estaba asumiendo la culpa.
Bajando la mirada, Jarrod se quedó mirando el teléfono que tenía en la mano.
El vídeo seguía reproduciéndose, en silencio, salvo por la tensa confrontación entre Maia y Alice en la pantalla.
Momentos después, Maia metió la mano en su bolso y sacó las pruebas. Lo dejó todo al descubierto: Alice quedó al descubierto y la inocencia de Maia era finalmente innegable.
Las imágenes continuaron, capturando la tensa entrevista en la prisión, las acaloradas palabras entre Rosanna y Maia y, por último, Maxwell dando un paso al frente para limpiar el nombre de Maia con la prueba real.
Un temblor recorrió la mano de Jarrod. Levantó la mirada, con el rostro pálido por la incredulidad. Apenas pudo articular palabra.
«¿No fue Maia quien robó entonces? ¿Fue Rosanna?».
La voz de Richard se apagó.
«Así es», dijo Richard.
El hielo se apoderó de Jarrod, entumeciéndolo desde los pies hasta la columna vertebral, como si el asiento del coche se hubiera convertido en piedra.
Viejos recuerdos surgieron en su mente, tan claros como siempre.
En aquellos días, Maia aún llevaba el apellido Morgan. Había llorado, jurando que era inocente, suplicando a su familia que la creyera.
Pero Jarrod, como hermano suyo, se había negado a escucharla. Recordaba haberla empujado, dejándole una cicatriz en el brazo, una cicatriz que ella no se merecía.
Nunca se perdonaría por haber empujado a su propia hermana, la hermana que nunca le había soltado la mano. Con un solo acto de crueldad imprudente, la había enviado a la oscuridad.
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«¿Cómo hemos llegado a este punto? ¿Qué he hecho?». Las palabras temblaban en la boca de Jarrod mientras su mirada permanecía fija en la pantalla, con la imagen de Maia brillando ante él. Por primera vez, sintió todo el peso de lo que había echado a perder.
Era Maia la que aparecía en el vídeo. No solo un nombre, sino su hermana, de su propia sangre. Los recuerdos volvieron a su mente. Maia había rechazado el regalo de cumpleaños que él le había dado con tanta ilusión.
Se dio cuenta de todo. La fuerza y la distancia en sus ojos en ese momento… por fin tenían sentido.
Los Morgan habían destrozado a Maia. Habían pisoteado su espíritu hasta que no quedó nada.
Su mano se aflojó. El teléfono se le cayó y aterrizó en el asiento con un ruido sordo, como si ni siquiera el dispositivo pudiera soportar la horrible verdad.
Una risa cruda y frenética brotó de los labios de Jarrod. Los sollozos se entremezclaban con el sonido, y las lágrimas le corrían por las mejillas.
«Rosanna… esa mentirosa nos engañó a todos», jadeó entre risas entrecortadas.
El arrepentimiento lo golpeó con una fuerza que le impedía respirar. Se abalanzó sobre él, implacable, arrastrándolo hacia abajo.
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