Resurgiendo de las cenizas - Capítulo 731
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Capítulo 731
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Por un momento, Jarrod solo pudo quedarse mirando, atónito por la noticia. Se volvió hacia su madre, buscando tranquilidad en su rostro.
«¿Es eso realmente lo que pasó?», logró preguntar, con incertidumbre en su voz.
Sandra le apretó la mano y asintió suavemente.
«Como tenemos ese acuerdo, todo parece no ser más que una pelea entre tú y Axell. Ya nadie lo ve como un ataque. No habrá cargos penales».
Las lágrimas brotaron de los ojos de Jarrod al sentir el alivio. Lentamente, se hundió en el asiento y exhaló un suspiro profundo e inestable.
Los últimos días lo habían dejado agotado y vacío, sin apetito y con el sueño cada vez más lejos, mientras la preocupación carcomía sus pensamientos. Nada lo atormentaba más que la idea de ser abandonado y, en algún momento, casi había aceptado que cinco años tras las rejas podrían convertirse en su realidad.
Aun así, sus padres habían encontrado la manera de obtener el perdón de Axell, tendiéndole la mano para liberarlo cuando ya casi había perdido la esperanza.
«Increíble», dijo con voz temblorosa. «Apenas puedo creerlo. Una parte de mí estaba segura de que me habían abandonado».
Richard apretó con fuerza el volante mientras mantenía la voz firme.
«Tienes que recordar este momento. De ahora en adelante, controla tu temperamento. No actúes por impulso».
«De acuerdo, papá». Jarrod asintió rápidamente y con determinación. «Lo digo en serio, nunca volveré a hacer una locura como esa».
A través del cristal, los paisajes cambiantes se alejaban mientras la luz del sol bañaba el rostro de Jarrod.
Jarrod se hundió más en el asiento, impresionado por la suave calidez que brillaba a través de la ventana.
La esperanza rompió por fin la penumbra, prometiendo que le esperaban días más brillantes.
Una repentina preocupación atravesó su mente. Comenzó a preguntarse por Rosanna, sin saber qué destino le había deparado después de todo lo que había sucedido en el banquete de cumpleaños.
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«Papá, mamá… Me acabo de dar cuenta de que Rosanna no está aquí. ¿Está bien?». La preocupación se coló en las palabras de Jarrod mientras hablaba.
El coche se sumió en el silencio. Nadie dijo una palabra.
Sandra apretó las manos y apartó la mirada, evitando deliberadamente sus ojos.
La expresión de Richard se ensombreció y, sin previo aviso, pisó el freno, deteniendo el coche bruscamente.
Todos se inclinaron hacia delante por el impacto, y solo la rápida reacción de Richard evitó que chocaran contra el vehículo de delante.
Jarrod sintió que se le oprimía el pecho.
—Papá, ¿qué pasa?
Un silencio frío se instaló en el interior del vehículo, el aire se volvió pesado, como si el invierno se hubiera colado en él. Tanto Richard como Sandra permanecieron en silencio, negándose a romper la tensión. Jarrod siguió observándolos. Algo no estaba bien. Sus rostros parecían extraños, como si estuvieran tratando de ocultarle algo.
—¿Qué está pasando? —su voz se volvió más aguda—. Papá. Mamá. Si ha pasado algo, necesito saberlo. Por favor, no me dejéis al margen.
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