Resurgiendo de las cenizas - Capítulo 704
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Capítulo 704:
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Mientras tanto, Rosanna por fin terminó su ducha.
Aún envuelta en una toalla, se miró en el espejo del baño. Su cabello húmedo se le pegaba a las mejillas, dándole un aspecto salvaje y desconocido. Una cara extraña la miraba fijamente: ojos sin luz, labios sin color.
Mientras se secaba el pelo con una toalla, Rosanna oyó un ruido fuerte e insistente en su estómago.
Había pasado todo el día sin comer nada y ahora una oleada de debilidad la invadió de pies a cabeza.
Una llamada llegó desde abajo, la voz de Sandra dulce como el sirope. «Rosanna, la cena está lista. He preparado todos tus platos favoritos esta noche».
La incertidumbre se reflejó en el rostro de Rosanna, pero se puso el pijama y bajó las escaleras de todos modos.
Al cruzar el umbral del comedor, sus ojos se abrieron como platos al ver el festín: un plato tras otro, todos humeantes y con el aroma del hogar.
Todos los platos de la mesa eran algo que siempre había anhelado. La nostalgia le picó la nariz y la emoción se arremolinó justo debajo de la superficie.
Por un instante, su llegada desaliñada y todo lo que había soportado se desvanecieron. En cambio, esta escena parecía casi encantada, como si hubiera vuelto a caer en un sueño preciado.
La voz de Richard la saludó con una calidez inesperada, borrando la tensión anterior. «¿Por qué te quedas ahí parada? Ven y siéntate con nosotros. Debes de estar hambrienta a estas alturas».
La sonrisa de bienvenida de Sandra siguió, deslizando su mano en la de Rosanna mientras la guiaba suavemente hacia la mesa. «No dejes que tus pensamientos divaguen. Solo come, cariño. Todo se ha mantenido caliente solo para ti».
Rosanna sintió que algo en su interior se recomponía, como si todas sus piezas rotas se estuvieran reuniendo con delicadeza.
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Tomó asiento, con las manos aún temblorosas, cogió el tenedor y probó el primer bocado. Los sabores familiares la transportaron a años de recuerdos.
«Papá, mamá… Os lo agradezco», susurró, sin apenas levantar la mirada.
«No hay nada que agradecer. Siempre serás nuestra hija. Cuidar de ti es lo que hacemos», dijo Sandra, apretándole suavemente la mano.
Una suave sonrisa se dibujó en los labios de Richard. «Come bien, descansa y no te preocupes por nada más. Nosotros nos encargaremos del resto».
La mezcla de aromas de comida y afecto flotaba en el aire, envolviendo a Rosanna en un capullo de pertenencia que no había sentido en mucho tiempo. Entre la comodidad de su plato y el suave aliento de sus padres, una frágil calidez volvió a su corazón.
Sin previo aviso, la habitación comenzó a inclinarse. La oscuridad se apoderó de su visión. Un latido después, se desplomó sobre la mesa, perdiendo el conocimiento.
Un fuerte estruendo resonó en la habitación cuando los cubiertos de Rosanna se le resbalaron de los dedos y cayeron al suelo.
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