Resurgiendo de las cenizas - Capítulo 695
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Capítulo 695:
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El silencio de Richard era más hiriente que cualquier condena. Donde antes había calidez en su mirada, ahora solo quedaba repulsión e indiferencia gélida. Sin ceremonias, ayudó a Rosanna a ponerse en pie. «Ven. Nos vamos a casa».
Esas cuatro sencillas palabras —«Nos vamos a casa»— calmaron el temblor de Rosanna en un instante. Su espíritu destrozado sintió como si unas manos gentiles hubieran finalmente recogido los pedazos. Asintiendo frenéticamente, se esforzó por ponerse de pie, con las manos agitándose impotentes mientras las lágrimas seguían su implacable recorrido por sus mejillas.
«Gracias, mamá y papá».
Al menos todavía tenía un lugar al que pertenecer.
Al menos sus padres no la habían abandonado por completo.
Sin embargo, cuando Richard y Sandra cruzaron la mirada por encima de la cabeza inclinada de ella, ninguno de los dos respondió a su agradecimiento.
Mientras tanto, dentro de un elegante sedán negro, Chris manejaba el volante con facilidad, con una mano al volante y la otra accionando el freno de mano, surcando las calles mojadas por la lluvia como si fueran mercurio líquido.
Maxwell, sujeto en el asiento del copiloto, no podía contener su admiración. «En lo que respecta a la destreza al volante, estás en una liga propia. Rápido pero constante, ¡es increíble!».
Los limpiaparabrisas luchaban frenéticamente contra el diluvio, pero su ritmo no podía competir con el embate de la naturaleza.
A pesar de las traicioneras condiciones, Chris acababa de conquistar un peligroso tramo cuesta abajo, zigzagueando entre el tráfico para despistar a los persistentes medios de comunicación que les seguían. Cada maniobra fluía como una coreografía artística.
«Me halaga, señor Payne», respondió Chris, sin soltar el volante ni un instante, con voz mesurada pero con un tono de acero. «Su casa está justo delante. Primero le llevaré a salvo a casa».
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El entusiasmo de Maxwell se evaporó al instante, al darse cuenta de que ahora era algo superfluo en el coche.
Chris poseía una extraña habilidad para explotar su utilidad y luego deshacerse de Maxwell sin siquiera compartir una comida después. ¡Su audacia era casi admirable!
Aun así, lo que fuera que mantuviera a Chris contento le venía muy bien a Maxwell.
Aclarando la garganta, Maxwell admitió: «Te agradezco mucho que me hayas traído. Deberíamos volver a vernos pronto».
Mientras tanto, Pattie le dio un codazo a Maia en las costillas y le susurró en tono conspirador: «¡Tu marido maneja esa máquina como un piloto profesional!».
La respuesta de Maia fue apenas un murmullo. «Condujo profesionalmente una vez, trabajó para un cliente privado».
Su mirada volvió a posarse en Chris, deteniéndose en los músculos marcados de su antebrazo mientras ejecutaba cada cambio de marcha con fluida elegancia.
Poseía un magnetismo innegable, irradiando una masculinidad cruda e intransigente.
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