Resurgiendo de las cenizas - Capítulo 689
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Capítulo 689:
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«¡Maia!». Sus rodillas golpearon el frío mármol con un ruido sordo y pesado, que resonó como un tamborileo apagado de desesperación. «Te hemos criado durante diecisiete años. ¿Eso no significa nada? Te lo suplico, vuelve. Empecemos de nuevo. ¡Podemos reconstruirlo todo desde las cenizas!».
Maia se detuvo y giró ligeramente la cabeza. Su rostro no mostraba ningún atisbo de emoción.
Su voz era baja, pero tenía el peso de un veredicto definitivo.
«Mis padres murieron hace mucho tiempo. Sr. Morgan, Sra. Morgan… por favor, intenten mantener su dignidad».
Y se alejó sin mirar atrás.
Pattie les lanzó una mirada de puro desprecio, soltó un resoplido frío y siguió rápidamente a Maia.
Sandra hizo ademán de salir en su persecución, pero esta vez Maxwell se interpuso, con el brazo extendido como una puerta que se cerraba.
La alegría había desaparecido de su expresión. Su tono era firme.
«Solo lo diré una vez. Si sigue acosando a Maia, tendrá más que una demanda de qué preocuparse. Habrá consecuencias, y no le gustarán».
Las palabras de Maxwell golpearon como hielo, dejando a Sandra pálida y paralizada en medio de un paso.
El descontento de Richard se reflejó en su rostro, aunque se tragó sus palabras, sin querer expresar sus objeciones.
Un resoplido frío escapó de los labios de Maxwell antes de darse la vuelta y reanudar su persecución de Maia con renovada determinación.
En ese momento, Vince irrumpió en escena.
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La desesperación se reflejaba en sus ojos enrojecidos mientras empujaba a Maxwell y a los demás, colocándose directamente en el camino de Maia.
—Maia —dijo Vince, cerrando los dedos alrededor de su mano, con la voz cargada de angustia—. Me equivoqué. Me equivoqué por completo. Esa mujer vil, Rosanna, distorsionó mi juicio y me cegó ante la verdad. Grítame, golpéame si eso puede hacerte sentir mejor. Me merezco toda tu furia. Pero, por favor, no me dejes, ¿de acuerdo?
Sin previo aviso, se arrodilló y, con la mano temblorosa, sacó una elegante caja de terciopelo. Ante los atónitos espectadores, reveló un brillante anillo de diamantes.
«Maia, la claridad finalmente ha atravesado mi estupidez. Siempre has sido la dueña de mi corazón. ¡Sin ti, no soy más que un cascarón vacío! No puedo vivir sin ti».
En un principio, había planeado proponerle matrimonio en el momento más oscuro de Maia, creyendo que su vulnerabilidad la haría maleable, lo suficientemente desesperada como para aferrarse a su afecto. Pero lo que había sucedido había destrozado esos cálculos. Maia se mantenía inquebrantable, intocable.
El pánico se apoderó del pecho de Vince. Si ella se escapaba ahora, tenía la certeza aplastante de que la perdería para siempre.
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