Resurgiendo de las cenizas - Capítulo 675
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Capítulo 675:
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En medio del alboroto público, Maia permaneció tranquila y serena. Su mirada se posó en Richard con inquebrantable claridad.
Ahí estaba el hombre al que había llamado «papá» durante diecisiete preciosos años, años ahora mancillados por una amarga revelación.
Había saboteado deliberadamente sus propios exámenes, desesperada por conseguir aunque fuera un fragmento de su atención.
A lo largo de innumerables noches de insomnio, había luchado con su conciencia, obligándose a perdonar su evidente favoritismo y su aplastante indiferencia.
Sin embargo, al final, descubrió que su devoción no había sido más que una fe mal depositada.
Richard nunca la había aceptado realmente como su hija.
Aun así, a lo largo de los años, ella había compensado con creces la inversión de la familia Morgan en su crianza. Sin su silencioso apoyo financiero, que fluía en las sombras, la bancarrota los habría arruinado hacía mucho tiempo.
A pesar de conocer la magnitud de sus sacrificios, Richard continuó con su implacable campaña para destruirla, decidido a arrastrarla al infierno que él mismo había creado.
Una sonrisa amarga se dibujó en los labios de Maia mientras contemplaba la inevitable verdad: la destrucción de la familia Morgan sería totalmente autoinfligida.
Richard palideció como un fantasma mientras se fijaba en los condenatorios registros penitenciarios que se mostraban en la enorme pantalla.
Se le cerró la garganta, pero la desesperación lo llevó a un último y patético intento: «¡Imposible! Estos registros son falsos. ¡Maia lo ha orquestado todo! ¡Alguien debe de haber manipulado las pruebas a su favor!».
La incredulidad del público se transformó en desprecio absoluto, y las voces se alzaron en protesta incrédula. «¿Richard ha perdido completamente la cabeza? ¿Incluso ahora sigue intentando destruir la reputación de Maia?».
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«¿Acaso cree que los registros penitenciarios se pueden falsificar a voluntad? Además, ¡todo lo que declararon esos antiguos reclusos coincide perfectamente con estos documentos!».
«¿Cuál es su teoría, que Maia sobornó a toda una prisión? Este hombre ha perdido completamente la cabeza para hacer acusaciones tan descabelladas».
Maia desvió lentamente la mirada y cerró los párpados.
La entrevista en la prisión había despertado recuerdos que había enterrado en lo más profundo de su ser. Esos cuatro años tras las rejas ahora le parecían fragmentos de la pesadilla de otra persona.
En aquellos días oscuros, había sido Zoey quien había intervenido cuando los demás reclusos se habían vuelto agresivos, protegiéndola de su crueldad.
Zoey seguía siendo un enigma dentro de los muros de la prisión, ejerciendo una influencia extraordinaria que incluso doblegaba al alcaide a su voluntad. A pesar de su misteriosa autoridad, había elegido a Maia como su única protegida.
Como mentora de Maia, Zoey se mostró implacablemente exigente. Más allá de las pocas horas asignadas para dormir, la existencia de Maia se vio consumida por el trabajo riguroso y el estudio intensivo.
Esos cuatro años resultaron más enriquecedores que los diecisiete anteriores, forjando a Maia hasta convertirla en la formidable mujer en la que se había convertido.
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