Resurgiendo de las cenizas - Capítulo 672
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Capítulo 672:
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«¿Quién hubiera imaginado que los prisioneros serían tan divertidos? ¡Todo el plan de Richard se está desmoronando!».
Una sombra oscura se proyectó sobre el rostro de la anfitriona en la pantalla.
Tanta ira se acumuló en su interior que apenas podía mantenerse en pie. Apretando los dientes y luchando por mantener la compostura, insistió: «A ver si lo entiendo. ¿Estás diciendo que Maia nunca le robó nada a nadie?».
Esa pregunta hizo que el prisionero se echara a reír.
«En serio, ¿te pasa algo en los oídos? ¿Por qué sigues preguntando eso? ¿Esperas que acuse a Maia de robo aunque no sea cierto? Lo siento, solo digo la verdad. ¡No voy a mentir por ti y no puedes obligarme a seguirte el juego! La verdad es que Maia nunca robó nada. ¡Los que la acusan de hacerlo solo intentan arruinarla!».
El público respondió con risas aún más fuertes y una oleada de aplausos.
«¡La reputación de Wront TV se está hundiendo rápidamente! Las preguntas capciosas son demasiado obvias. Sin duda, la presentadora está recibiendo algo de Richard, ¡pero apuesto a que nunca se lo esperaba!».
«La presentadora se ha quedado sin palabras tres veces, ¡esto no tiene precio! ¿Se suponía que esto iba a arruinar la reputación de Maia o a limpiar su nombre? ¡Me parece que Maia es muy querida entre los reclusos!».
La energía de la sala cambió en el momento en que comenzó la conferencia de lanzamiento del producto, llenando el espacio de un repentino murmullo.
Richard, atrapado…
En medio de todo esto, Richard permanecía rígido frente a la enorme pantalla. Su rostro estaba congelado por la incomodidad, y toda la escena lo hacía parecer más ridículo que otra cosa.
Para entonces, la presentadora ya había pasado al tercer prisionero, sin perder tiempo.
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Gotas de sudor le corrían por las sienes mientras hablaba con evidente cautela. Su tono era suave, casi cauteloso, cuando preguntó: «¿Podría decirnos qué tipo de persona le pareció Maia? Sea breve, nada demasiado detallado».
Era evidente que las respuestas tajantes de la segunda reclusa la habían desconcertado más de lo que quería admitir. La inquietud seguía aferrada a ella como una sombra.
Cuando la anfitriona dirigió la siguiente pregunta a la tercera reclusa, esta respondió con voz tranquila: «¿Qué pienso de Maia? Todavía recuerdo el día que llegó, era solo una niña asustada, en realidad. La acosaban sin descanso. Al final, la alcaide se preocupó tanto por su seguridad que la separó del resto de nosotras durante más de un mes. Después de eso, Maia dejó de decir que era inocente y apenas hablaba».
Un silencio se apoderó lentamente de la sala.
La historia de Maia despertó una sincera simpatía en todos los que la escuchaban.
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