Resurgiendo de las cenizas - Capítulo 666
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Capítulo 666:
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«¿Quién conoce mejor a Maia que Richard? Al fin y al cabo, él la crió durante diecisiete años, y sus acusaciones no son solo palabras vacías. Si incluso él la denuncia, ¿por qué dudar?».
«¿Alguien puede creer realmente que alguien con antecedentes penales por robo es un verdadero maestro del diseño?».
«Todo este tiempo pensé que Maia era una víctima, tal vez incluso inocente. Ahora veo que caí en su trampa».
«¿Ese momento dramático en el que Alice se inclina y se disculpa? Probablemente estaba ensayado. No era más que un espectáculo».
«Quemar mi ropa de MCN ya no me molesta. ¡Veamos si Maia tiene alguna forma de salir de este lío!».
En medio de todo eso, Richard se sentó en silencio, con los labios curvados en una sonrisa satisfecha y astuta. Dudaba que Maia pudiera haber previsto este ajuste de cuentas público.
Un destello acerado brilló en sus ojos mientras se concentraba en Maia.
La paciencia era su estrategia; el verdadero espectáculo no había hecho más que empezar. Con un movimiento cuidadoso tras otro, planeaba arrastrar a Maia hacia abajo, poco a poco.
Ver el arrebato de la prisionera en la pantalla provocó un escalofrío a Pattie.
Lanzó a Richard una mirada llena de abierta hostilidad.
El conocimiento previo de cómo Maia había sufrido en la familia Morgan ya había agriado la opinión que Pattie tenía de Richard, pero presenciar esto le revolvió el estómago.
No tenía ninguna duda: Richard había pagado a algunos prisioneros para que difamaran a Maia.
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Si la emisión continuaba, el público pronto daría por ciertas las mentiras.
Cualquier explicación que diera Maia quedaría ahogada.
«Esto tiene que acabar», murmuró Pattie para sí misma.
Una rápida mirada a Maia reveló algo inesperado. No había pánico en su postura, solo una calma firme.
Maia simplemente sacó una silla, cruzó los brazos y se sentó como si tuviera todo el tiempo del mundo.
La imagen tomó a Pattie por sorpresa, dejándola momentáneamente sin palabras.
¿Cómo era posible que Maia pudiera permanecer tan imperturbable bajo presión?
En ese momento, le vino a la mente un recuerdo: la tranquila instrucción de Maia: «No te asustes hoy. Deja que todo siga su curso».
Sin embargo, para los espectadores, sus acciones contaban una historia diferente. Veían a una mujer cuyo espíritu se había quebrado, desplomada en su silla tras haber sido descubierta.
Aunque los rasgos de Maia apenas cambiaron, la mayoría asumió que su compostura era una máscara, convencidos de que por dentro se estaba derrumbando.
Richard llegó a una conclusión similar.
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