Resurgiendo de las cenizas - Capítulo 64
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Capítulo 64:
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El asistente se quedó en silencio, aunque su mente estaba llena de confusión. ¿Por qué Vince se había enfadado al mencionar el matrimonio? ¿Acaso quería casarse con Rosanna?
De vuelta en la villa, Rosanna entró sigilosamente por la puerta, tarareando en voz baja. Pero antes de que pudiera avanzar, Jarrod la agarró del brazo y la apartó a un lado.
En voz baja, le preguntó: «Rosanna, ¿acabas de ver a Maia? ¿Te ha hecho algo?».
Ella negó con la cabeza tranquilamente. «No. Solo le dije dónde encontrar lo que necesitaba. Ella accedió a borrar el vídeo de vigilancia».
Jarrod frunció aún más el ceño. Recordó haber escuchado fragmentos de su conversación anterior y no podía dejarlo pasar. «¿Y de qué hablaban exactamente?».
«Es el brazalete de la abuela».
Jarrod abrió mucho los ojos. «¿No habías tirado ya esa cosa?».
Rosanna lo miró. Por un momento, algo calculador brilló detrás de sus pestañas, pero suavizó su expresión con inocencia fingida y repitió la historia que le había contado a Maia.
—Un anticuario… —murmuró Jarrod, frunciendo el ceño.
—Sí. Maia dijo que iba a localizarlo y recuperar la pulsera. Le comenté que una vez me dijo que su tienda estaba en la zona del mercado negro de Erygan.
En algún lugar de la ciudad. —No le di mucha importancia, pero… Jarrod, ¿qué es exactamente un mercado negro? —preguntó Rosanna, fingiendo ingenuidad.
Su rostro se tensó de inmediato.
Jarrod sabía muy bien qué tipo de lugar era el mercado negro de Erygan. Era un antro de delincuentes y negocios sucios, donde la moral desaparecía con la luz del día.
¿De verdad Maia se dirigía allí? Podría desaparecer, incluso ser víctima de un secuestro.
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En ese momento, un suave silbido lo sacó de su espiral.
Al levantar la vista, vio que Rosanna se tocaba la mejilla, aún roja e hinchada por la bofetada que le había dado antes.
El pecho se le encogió por la culpa. Extendió la mano y le acarició la piel hinchada con dedos temblorosos. —Rosanna… Lo siento. Debería haberte protegido.
Rosanna le tomó la mano con delicadeza, con voz cálida y cariñosa. —No es culpa tuya. Siempre me has protegido. No me importa haberme hecho un poco de daño. Mientras tú estés bien, puedo soportar cualquier cosa. Aunque Maia siga persiguiéndome, no tengo miedo.
Sus palabras le trajeron el recuerdo de cuando ella se había arrodillado ante Maia, suplicando por él.
La culpa invadió el pecho de Jarrod.
Apretó su mano con más fuerza, con los ojos oscuros y llenos de determinación. —Te lo juro, Rosanna, haré que todos los que te han hecho daño paguen. Ni siquiera Maia se saldrá con la suya esta vez.
—No la culpes, Jarrod. Estoy segura de que tenía sus razones… —añadió Rosanna con dulzura, con el rostro convertido en una máscara perfecta de preocupación.
«Eres demasiado blanda. Por eso te pisotean», murmuró Jarrod, endureciendo el tono de voz. «No tienes que defenderla. Esta vez no. Por fin va a pagar por lo que ha hecho. El mercado negro…».
La boca de Jarrod se curvó en una sonrisa fría. Ese lugar era perfecto para destrozar a alguien por completo.
Al verlo caer en su trampa sin esfuerzo, Rosanna sonrió para sus adentros.
«Maia, no necesito mover un dedo para destruirte», se burló para sus adentros.
A medianoche, Maia se sentó en la cama, completamente despierta. Era la hora en que el mercado negro cobraba vida. Si llegaba antes, la mitad de los vendedores ni siquiera habrían abierto todavía.
Vestida de negro de pies a cabeza, se movía con cuidado, cerrando la puerta de su dormitorio y echándole el cerrojo desde fuera para que pareciera que seguía durmiendo dentro.
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