Resurgiendo de las cenizas - Capítulo 637
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Capítulo 637:
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No muy lejos, otra persona lo había visto todo. Desde la distancia, Melanie observó cómo se desarrollaba el intercambio. Entrecerró los ojos y apretó los puños con furia silenciosa. Sin decir una palabra, se dio la vuelta, se subió al coche y se marchó sin mirar atrás.
Ese día, una tormenta de acusaciones arrasó Internet, tachando a Maia de plagiadora.
La prima de Melanie, Mariana, avivó el fuego con una publicación en Instagram, en la que prendía fuego a una pila de ropa de MCN en un espectáculo público, con una leyenda que insinuaba que Maia era una ladrona. Las pruebas de Larkin, meticulosamente expuestas, dejaban poco lugar a dudas: los diseños de Maia eran idénticos a los de un diseñador de moda extranjero, puntada a puntada.
La revelación golpeó a Melanie como un puñetazo, destrozando el frágil respeto que había comenzado a sentir por Maia. El asco se apoderó de su pecho.
Se repetía constantemente que una mujer tan engañosa como Maia era totalmente indigna de su padre.
El Grupo Cooper, el orgullo de su padre, tampoco toleraría jamás a una persona así.
Melanie juró proteger a su padre del ridículo, y su determinación se endureció como el acero.
Al entrar en la casa, oyó la voz de su padre, cálida y firme, que provenía de la sala de estar. —Señora Watson, tiene toda mi confianza en este asunto. Si necesita cualquier ayuda, solo tiene que decirlo.
Melanie se quedó paralizada. «¿Señora Watson? ¿Está hablando con Maia?».
Las palabras de su padre resonaron en su mente, y cada sílaba avivaba su ira. La audacia de Maia, que se había ganado el favor de su padre después de semejante escándalo, hacía hervir la sangre de Melanie.
Las sospechas de Melanie se convirtieron en certeza: Maia era astuta, sin duda alguna. Incluso ahora, estaba tratando de manipular a su padre, envolviéndolo alrededor de su dedo como a una marioneta. Ella nunca permitiría que eso sucediera, no mientras ella estuviera allí.
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Sin que Melanie lo supiera, había sido Hurst quien se había puesto en contacto con Maia. Las noticias sobre las acusaciones de plagio le habían llevado a llamarla para ofrecerle su ayuda con sincera preocupación.
Por teléfono, la voz de Maia se mantuvo tranquila, teñida de gratitud. «Agradezco su amabilidad, señor Cooper, pero puedo manejar esto por mi cuenta».
Hurst, respetando su determinación, terminó la llamada y se dirigió a la cocina para tomar un vaso de agua. Fue entonces cuando se fijó en Melanie, de pie al otro lado de la habitación, con el rostro ensombrecido y los ojos ardientes como brasas. «¿Melanie?».
Hurst frunció el ceño, con preocupación grabada en sus rasgos. «¿Pasa algo? ¿Ha ocurrido algo en la escuela?».
Ella se acercó a él con pasos deliberados. —¿Acabas de hablar con…
—¿Maia? —su voz cortó el aire, aguda y acusadora.
Hurst parpadeó, sorprendido, y luego asintió. —Sí, ¿por qué?
La admisión casual de su padre hizo que algo se rompiera dentro de ella. —¡Papá, Maia es una vergüenza pública! Las pruebas de su plagio son innegables. ¿Por qué sigues defendiéndola?
Melanie apretó los puños mientras continuaba, alzando la voz: «No me digas que en realidad… ¿estás interesado en ella?».
Hurst abrió mucho los ojos y la sorpresa dio paso a un ceño fruncido. «Concéntrate en tus estudios, Melanie, no en estas tonterías».
Para Melanie, su tono severo sonó como una confesión, como si hubiera tocado un punto sensible.
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