Resurgiendo de las cenizas - Capítulo 63
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Capítulo 63:
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Su valor flaqueó y bajó la mirada antes de murmurar finalmente: «Si tu corazón aún pertenece a Maia… puedo apartarme».
Unas lágrimas perfectamente sincronizadas resbalaron por sus mejillas, pintando una imagen perfecta de tristeza.
Algo dentro de Vince se derritió. Desde el momento en que se conocieron, había sido su delicada tristeza lo que le había hecho querer protegerla. ¿Cómo podría soportar verla así?
Vince abrazó a Rosanna con más fuerza y la consoló. «No le des más vueltas. ¿Cómo podría sentir algo por ella, una mujer con un pasado criminal y un carácter cuestionable? No tengo tan mal gusto».
Rosanna se iluminó al instante. Intentó mantener los labios apretados, pero las comisuras la traicionaron y esbozaron una sonrisa incontenible. Se apoyó en el pecho de Vince, con los ojos brillantes. —¿De verdad?
Vince la sujetó por los hombros y la atrajo suavemente hacia él, guiando su rostro hacia el suyo. Sus ojos se suavizaron. —Rosanna, tú eres con quien estoy comprometido. —Se volvió hacia el coche, sacó una caja elegante y la entregó con una sonrisa tranquila—. Esto es para ti.
Rosanna levantó la tapa y encontró una pulsera de plata en su interior, que brillaba fríamente bajo la luz de la luna.
Era la misma pieza que Vince había comprado una vez para Maia, la misma que ella se había negado a aceptar.
Rosanna dejó escapar un suave grito ahogado. —¿Es esta… la pulsera de los dos corazones unidos de Radiant Jewels?
La había visto antes en una revista de joyería. Su diseño, que simbolizaba a dos personas profundamente enamoradas, era considerado el regalo definitivo para almas gemelas. En aquel entonces, había deseado en secreto que Vince le comprara una. Pero con un precio superior a los cuatrocientos mil dólares, nunca se atrevió a decirlo en voz alta.
Nunca pensó que Vince la sorprendería con ella, y mucho menos ahora. Vince asintió con la cabeza, sin revelar nada. «Iba a dártela antes. Con todo lo que pasó con Maia, se me olvidó».
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«¡Me encanta, Vince!».
Rosanna se echó a sus brazos, radiante.
Pero entonces se dio cuenta de lo atrevido que era ese gesto. Rápidamente dio un paso atrás, con los dedos torpes mientras miraba hacia abajo, tímida y nerviosa.
Mientras tanto, la mente de Vince divagó hacia un viejo recuerdo que no esperaba. Recordó cuando le regaló una rosa a Maia, cómo se le iluminó el rostro como si fuera primavera. Ella también le había echado los brazos al cuello, susurrando: «Vince, me encanta». En aquel entonces, él se había apartado suavemente, diciéndole que no fuera tan atrevida.
Ahora Rosanna mostraba exactamente la moderación que él creía haber deseado en otro tiempo. Entonces, ¿por qué le dejaba eso con una extraña sensación de vacío?
—Mientras te guste —dijo con una leve sonrisa, apartando ese pensamiento—. Entra. Está empezando a hacer frío. No te resfríes.
Rosanna asintió con dulzura y se dirigió hacia la casa de los Morgan, con pasos ligeros y alegres.
Vince se metió en el coche. Su asistente, que había observado en silencio toda la escena, se volvió con una sonrisa. —Enhorabuena, señor Ward. Las cosas parecen ir bien.
Vince se pasó una mano por la frente. —¿De qué estás hablando?
El asistente parpadeó sorprendido. —¿No le acaba de dar a la señorita Morgan un brazalete que vale más de cuatrocientos mil dólares? Parecía que le estaba proponiendo matrimonio.
Pero esa pulsera estaba destinada originalmente a Maia, que ni siquiera la había cogido. Se la había dado a Rosanna por impulso, solo para animarla.
Vince sintió cómo la irritación crecía lentamente en su interior y su tono se volvió brusco. —Hablas demasiado. ¡Si dices una palabra más, estás despedida!
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