Resurgiendo de las cenizas - Capítulo 628
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Capítulo 628:
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Organizó las pruebas con precisión: los aclamados diseños de Maia a un lado y el trabajo inquietantemente similar de un diseñador extranjero al otro.
Larkin entrecerró los ojos con escepticismo, pero la curiosidad pudo más. Se puso las gafas de lectura y cogió la lupa, examinando cada detalle.
Sus rasgos curtidos pasaron de la duda al asombro, y sus manos comenzaron a temblar. «¿Dónde los ha conseguido? ¡Las similitudes son inconfundibles, prácticamente idénticas! ¿Puede demostrar que son anteriores a los lanzamientos de MCN?».
La sonrisa de Richard se volvió depredadora. «Por supuesto».
Cogió su teléfono con grandilocuencia, deslizó el dedo por su galería de fotos y se lo mostró a Larkin. «Sr. Dixon, examine las marcas de tiempo en la esquina inferior derecha de cada imagen. Todos y cada uno de los diseños son anteriores a los lanzamientos de MCN, ¡no por semanas, sino por seis meses completos!».
Larkin abrió mucho los ojos y se le quedó la cara pálida. Si las afirmaciones de Richard eran ciertas, la preciada reputación de MCN en materia de innovación se desmoronaría de la noche a la mañana.
El escándalo causaría conmoción en el mundo de la moda. MCN sería tachada de fraudulenta y el nombre de Eileen se convertiría en sinónimo de robo.
Y de engaño. Su carrera estaría acabada. Pero algo inquietaba la mente experimentada de Larkin. ¿Por qué le estaba ayudando Richard?
Levantó la mirada del teléfono y carraspeó. —Dices que eres de la familia Morgan, los antiguos tutores de Eileen. ¿Qué te impulsa a exponerla así?
Las verdaderas intenciones de Richard ardían bajo la superficie: la destrucción total de Maia.
Primero, el robo de joyas y la pena de prisión; luego, su comportamiento violento confirmado por el testimonio de los reclusos; ahora, el plagio de diseños… Pronto, Maia no sería más que una vergüenza.
Richard se rió con facilidad, ocultando sus verdaderos motivos bajo una apariencia de sentido común empresarial. «Sr. Dixon, estoy seguro de que conoce las dificultades actuales de la familia Morgan. Mi propuesta es sencilla: el 15 % de las acciones de Lark a cambio de estas pruebas condenatorias. Además, contaría con el respaldo total de la red de distribución del Grupo Morgan. Esta es su oportunidad de acabar definitivamente con MCN. Seguro que no dejará pasar una oportunidad así, ¿verdad?».
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La expresión de Larkin se endureció y apretó la mandíbula con una furia apenas contenida.
¡Qué descaro! ¡Este hombre estaba intentando extorsionarle para quedarse con acciones de la empresa que él había construido con sus propias manos! Lark era su legado, la obra maestra de su vida. Ni un solo porcentaje saldría de su control.
—Sr. Morgan, es usted todo un oportunista, pero me temo que no me interesan sus supuestas pruebas. ¡Seguridad! Acompañen a este hombre fuera de aquí.
Antes de que Richard pudiera protestar, dos guardias lo flanquearon y lo llevaron hacia la salida.
De pie frente a la reluciente entrada de Lark Fashion, Richard gritó, como si ya no pudiera contener su ira: «¡Viejo terco y necio! ¡Te entrego la victoria en bandeja de plata y tú la desperdicias!».
Pero entonces su expresión cambió, revelando algo mucho más calculador bajo la superficie.
El rechazo había sido previsible, incluso bienvenido. Ahora, Larkin buscaría las pruebas por su cuenta, impulsado por su propio odio ardiente hacia MCN. Cuando estallara el escándalo, ningún rastro conduciría a la participación de Richard.
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