Resurgiendo de las cenizas - Capítulo 62
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Capítulo 62:
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Al cruzar al salón, Maia vio a Chris levantándose y dirigiéndose con aire despreocupado hacia su dormitorio, casi como si la hubiera estado esperando todo el tiempo.
Sin pensarlo, Maia lo siguió y lo llamó: «Señor Cooper».
Chris se detuvo, se dio la vuelta y miró a la pequeña mujer. —¿Qué pasa?
De pie frente a él, Maia sintió el peso de su altura, una cabeza más alto que ella. Aunque su presencia podía parecer imponente, su voz era suave, como una brisa que se desliza entre las nubes.
Levantando ligeramente la barbilla, Maia lo miró a los ojos, que brillaban bajo la cálida luz. —No hace falta que me espere siempre, señor Cooper.
Desde su regreso, su vida se había vuelto aún más ajetreada. Saber que él se quedaba despierto solo por ella le pesaba mucho en el corazón.
Chris entrecerró sus afilados ojos e inclinó la cabeza, con expresión medio burlona. —Si sabes que te estoy esperando, ¿por qué sigues llegando tan tarde a casa? ¿Te gusta verme preocupado?
Sin saber si la estaba regañando o bromeando, Maia negó rápidamente con la cabeza. —No es eso lo que quería decir…
Antes de que pudiera decir nada más, una mano cálida le revolvió el pelo. —Te estoy tomando el pelo. A pesar de ser marido y mujer, Chris nunca había intentado ponerle trabas. Lo que ella decidiera hacer era decisión suya. Para él, esperar nunca era una obligación. Era algo que simplemente quería hacer. En aquel entonces, ni siquiera tenía derecho a esperarla.
«Lo entiendo», dijo él, con un tono tan tranquilizador como el de alguien que consuela a un niño enfadado, con una pequeña sonrisa en los labios. «Pero si alguien te causa problemas, prométeme que vendrás a mí primero».
Maia frunció los labios, pensativa, y pensó que era más probable que fuera ella quien causara problemas a los demás en la actualidad. Aun así, asintió y respondió en voz baja: «De acuerdo».
«Es tarde. Ve a descansar». Chris se inclinó hacia ella y le susurró al oído: «Y recuerda, el mundo ahí fuera no siempre es amable… no te alejes».
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Maia se quedó desconcertada. ¿De verdad pensaba que tenía tres años?
Al ver a Maia esforzándose por responder, Chris soltó una risita de satisfacción. «Buenas noches».
En cuanto la puerta se abrió y se cerró detrás de él, Maia exhaló un largo suspiro, como alguien que despierta de un sueño.
Mientras tanto, en la entrada de la villa Morgan, justo cuando Vince estaba a punto de entrar en su coche, Rosanna apareció y lo alcanzó.
Antes de que él pudiera entrar, ella extendió la mano y lo agarró del brazo, con voz suave y vacilante. «Vince, ¿ya te vas?».
Mirándola con ternura, Vince respondió: «Vendré a visitarte otro día».
Rosanna bajó la cabeza con tristeza y murmuró: «Siento lo que ha pasado esta noche». Su voz temblaba como si las lágrimas estuvieran a punto de brotar. «Solo quería reunir a la familia… Si no hubiera invitado a Maia, nada de esto habría pasado».
«No debes culparte», dijo Vince, abrazándola con ternura. «Después de pasar cuatro años entre rejas, es normal que Maia te guarde rencor».
El familiar aroma a madera que desprendía Vince hizo que Rosanna se sintiera mareada por la emoción. Sin pensarlo, deslizó los brazos alrededor de su cintura y lo atrajo hacia sí.
Por un momento, Vince se quedó rígido, tomado por sorpresa. Rosanna siempre había sido tímida, nunca daba el primer paso.
Con el rostro inclinado hacia él, sus ojos brillaban con una frágil belleza bajo el cielo nocturno. Con voz suave y temblorosa, susurró: «Vince, antes, esta noche…».
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