Resurgiendo de las cenizas - Capítulo 61
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Capítulo 61:
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Un destello de malicia se deslizó por el rostro antes inocente de Rosanna mientras la miraba.
«Puede que no tenga el brazalete de la abuela, pero sé exactamente dónde está. ¿Lo quieres? Primero borra el vídeo. Esta vez no estoy mintiendo. Si me ignoras, nunca lo encontrarás».
La amenaza de ese vídeo la había acorralado y la desesperación la había vuelto imprudente.
Maia la observó atentamente y entrecerró los ojos. La pulsera de Vicki significaba más para ella que cualquier otra cosa en ese momento. En el gran esquema de las cosas, el vídeo era solo una ventaja.
Era perfectamente lógico que Rosanna, aterrorizada por arruinar su reputación, se aferrara a la pulsera e intentara usarla como moneda de cambio.
Por un momento, la curiosidad de Maia superó su desconfianza.
—Está bien. Solo es un vídeo, no vale mi vida. Pero escucha con atención: esta es tu última oportunidad. Si me vuelves a mentir, lo lamentarás. Esa última advertencia hizo que el tono de Maia se volviera gélido.
Una sombra de duda cruzó el rostro de Rosanna antes de que la ocultara rápidamente. «Por supuesto que lo sé».
Sin perder ni un segundo, Maia levantó una ceja, desbloqueó su teléfono y borró el vídeo delante de ella.
«Habla. ¿Dónde está?».
Con voz suave, Rosanna dijo: «Hay un mercado negro cerca del gran puente de hierro en Erygan, en el distrito sur. Lo que buscas está allí».
«¿Un mercado negro?», preguntó Maia con incredulidad.
Rosanna se encogió de hombros y dijo: «La pulsera parecía antigua. No me atreví a tirarla, así que la guardé. Hace poco, me encontré con un vendedor especializado en antigüedades. Me dijo que su puesto estaba en el mercado negro, debajo del gran puente de hierro de Erygan. No le di importancia, así que se la di».
Al ver que el rostro de Maia se ensombrecía por segundos, Rosanna se apresuró a añadir: «¡Te lo juro, Maia, no sabía que era algo que había dejado la abuela! Si lo hubiera sabido, nunca lo habría vendido!».
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Maia miró brevemente a Rosanna y se quedó en silencio, sopesando su siguiente movimiento. Un momento después, sin decir una palabra, se dio la vuelta y se marchó.
Desde atrás, los labios de Rosanna se torcieron en una lenta y cruel sonrisa.
«Diecisiete años como la princesa mimada de la familia Morgan y probablemente ni siquiera sabes cómo funciona el mercado negro», murmuró con un brillo cruel en los ojos.
Escondidos en los rincones olvidados de la ciudad, los mercados negros alimentaban el comercio ilegal y los negocios turbios. Muchos delitos permanecían ocultos bajo la pulida imagen de la ciudad gracias a lugares como ese.
Y parecía que una mano invisible controlaba esos mercados negros, con las autoridades haciendo la vista gorda.
Era el pequeño secreto sucio de la ciudad. Un lugar donde no se aplicaban las reglas habituales. Con los dedos presionando su mejilla aún ardiente, los ojos de Rosanna brillaban con odio. «Esta vez, Maia… no volverás».
Las horas habían pasado cuando Maia dejó atrás la villa Morgan. Paró un taxi y regresó a su apartamento bajo el pesado cielo nocturno. Al abrir la puerta, Maia vio inmediatamente a Chris tumbado cómodamente en un sofá individual, con un aire completamente relajado.
La brillante luz del techo proyectaba un suave resplandor sobre su perfil, cuyos rasgos eran tan llamativos como los de un cuadro.
—Ya estás en casa —dijo Chris mientras dejaba a un lado el libro que estaba hojeando.
—Sí —respondió Maia.
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