Resurgiendo de las cenizas - Capítulo 606
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Capítulo 606
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Antes de que pudiera terminar, Maia le tapó la boca con la mano. —¿No prometiste mantener la calma?
Maia conocía a Elvira como la palma de su mano. Estaba segura de que Elvira no sería capaz de tragarse esto tan fácilmente. Pero a estas alturas, si no se sinceraba, Elvira no dejaría de indagar.
«Estoy casada legalmente con Chris. No mucha gente lo sabe y, por razones inevitables, no podemos hacerlo público todavía. Eres mi mejor amiga, así que cuento contigo para que guardes el secreto». Al ver que Elvira asentía ligeramente con la cabeza, Maia apartó lentamente la mano de la boca.
Elvira respiró hondo, todavía conmocionada por la impactante noticia. La verdad la había golpeado tan fuerte que le costó bastante tiempo asimilarla. No era de extrañar que la relación entre Maia y Chris siempre hubiera parecido extraña. No era de extrañar que Chris estuviera tan descaradamente pegado a Maia. ¡En realidad era el marido inútil de Maia!
Esta explicación disipó todas sus dudas, dejando a Elvira sin otra opción que aceptarla. Aun así, no podía entender por qué Maia se había casado con alguien como Chris, un hombre al que ella consideraba un sinvergüenza. Tras un largo silencio, Elvira tomó la mano de Maia y le preguntó en tono tranquilo y serio: —Maia, sé sincera conmigo. ¿Chris te amenazó?
Maia se quedó paralizada, apretando los dedos alrededor del borde de su vaso mientras su mente daba vueltas buscando las palabras adecuadas para desenredar el lío que tenía en el corazón.
Elvira, al percibir el destello de vacilación en los ojos de Maia, se inclinó hacia ella y le dijo con voz aguda y urgente: «¿Chris tiene miedo de que, si la gente se entera de que está casado, su encanto se desvanezca?».
Maia negó lentamente con la cabeza y miró a Elvira a los ojos con expresión seria. —Elvira, escúchame. Chris no es el mujeriego que pintan los chismosos. Tiene sus razones, ya lo sabes. —Hizo una pausa y su voz se suavizó—. Algunas personas, algunas cosas, no son lo que parecen a simple vista.
Elvira se quedó boquiabierta, con los ojos muy abiertos, como si Maia hubiera lanzado una granada en medio de la conversación. Sintió un peso en el pecho, tan pesado como una piedra, y agarró a Maia por los hombros, con los dedos temblorosos por una mezcla de exasperación y preocupación. —Maia, ¿has olvidado las cicatrices que te dejó Vince? Y Chris… ¿Cuánto tiempo llevas conociendo a este tipo antes de decirle que sí?». Sus palabras salieron más rápido ahora, cada una entremezclada con temor, mientras añadía: «No seas tan confiada, ¿de acuerdo? ¿Y si los rumores son ciertos? ¿Y si su amabilidad es solo una actuación?».
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Maia se quedó clavada en el sitio, sin aliento, mientras las preguntas de Elvira la atravesaban. Esas mismas dudas la habían atormentado durante sus noches de insomnio, susurrándole en la oscuridad. ¿Era Chris realmente quien decía ser? Incluso ahora, la certeza se le escapaba, pero el recuerdo de sus gestos amables la empujaba a dar un salto de fe. Quería creer en él, en ellos.
La preocupación de Elvira era palpable, el amor feroz de una amiga envuelto en palabras duras. Maia sabía que su prejuicio contra Chris era profundo, tallado por los rumores y las sospechas.
Con una tierna sonrisa, Maia posó la mano sobre la de Elvira y le dio una suave palmadita. —Me ha enseñado lo que se siente al ser querida, Elvira. Cuando me mira, siento que su corazón es sincero. Si me consideras una amiga, por favor, respeta mi decisión.
Apretó con fuerza la mano de Elvira, con los ojos llenos de expectación. «Si alguna vez conoces a alguien que te encienda el alma, quizá entiendas cómo me siento».
Elvira miró fijamente a los ojos claros e inquebrantables de Maia y vio su propio reflejo mirándola. No encontró palabras. Conocía muy bien esa mirada: la obstinada determinación de Maia, firme como el hierro. Ningún argumento la haría cambiar de opinión ahora. Un profundo suspiro escapó de los labios de Elvira y sus hombros se hundieron.
La idea de que Maia se casara en secreto con Chris todavía la aturdía, un giro inesperado que nunca había visto venir. Le dolía el corazón por su hermano Roland, que había estado secretamente enamorado de Maia. Jugueteó con su pulsera y luego soltó: «¿De verdad no te importa Roland? ¿Ni siquiera un poquito?». Sus dedos pellizcaron el aire, dejando un pequeño espacio entre el pulgar y el índice.
Maia soltó una risa suave y resignada, inclinando la cabeza. —Roland es maravilloso, pero somos como el agua y el aceite, no estamos hechos el uno para el otro.
El suspiro de Elvira se hizo más profundo, un sonido triste por las esperanzas no correspondidas de su hermano. —Está bien, me rindo. Es tu decisión, Maia. Si esto sale mal, te las arreglarás sola. —Sacudió la cabeza, como lamentando la oportunidad perdida de una historia de amor entre Roland y Maia—. Sinceramente, no confío en la mayoría de los chicos, pero Roland es sólido y se preocupa de verdad por ti.
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