Resurgiendo de las cenizas - Capítulo 594
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Capítulo 594
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Sin saber muy bien cómo interpretar su atención, Roland sintió una punzada de incomodidad. «Es muy amable, señorita Miller, pero puedo servirme yo mismo».
«No se preocupe, coma», respondió Pattie, sin inmutarse por las miradas curiosas del resto de la mesa, con la mirada fija en Roland.
Cada vez que daba un bocado, aparecía otra ración en su plato. Cuanto más lo mimaba Pattie, más rígido se ponía Roland, y la paciencia de Elvira finalmente se agotó.
¿Cómo podía Pattie ser tan descarada, irrumpir así y arruinar todo lo que había planeado?
Negándose a dejar que Pattie le robara el protagonismo, Elvira se puso en pie de un salto. —Si esto es lo que quieres, Roland, ¡entonces déjame ser yo quien cuide de ti! De repente, la comida…
La escena se convirtió en un tira y afloja silencioso, con las dos mujeres apilando comida en el plato de Roland en una batalla de voluntades. Pronto, el plato estaba repleto, rebosante de su rivalidad.
Al ver el divertido intercambio, Maia se echó a reír, deteniendo el tenedor en el aire mientras todos los platos de la mesa eran devorados.
«Parece que nos estamos quedando sin platos. ¿Por qué no miráis el menú y pedís unos cuantos más?».
La sugerencia de Maia proporcionó una salida a las dos mujeres y le recordó sutilmente a Pattie que no se excediera.
Al volver a su asiento, Elvira no podía quitarse de encima la punzada de vergüenza, aunque su irritación con Pattie bullía bajo la superficie.
Se le ocurrió una jugada audaz: Elvira decidió que era hora de jugar su carta ganadora y poner fin de una vez por todas a las payasadas de Pattie.
Tras lanzar una rápida mirada a Maia en busca de apoyo, centró su atención en Roland y, tras dudar un instante, tomó la palabra. —Roland, ¿te acuerdas de aquella noche? Al día siguiente, cuando te llamé, me dijiste que estabas en un hotel y que había una mujer a tu lado… Siempre había dado por hecho que Maia era la mujer misteriosa, y Elvira esperaba que eso convenciera a Pattie de apartarse definitivamente. Para su sorpresa, tanto Roland como Pattie se quedaron rígidos, casi ahogándose al oír sus palabras. Maia les lanzó una mirada escéptica: «¿Qué es esto? ¿Había otra mujer?».
Fingiendo estar confundida, Pattie imitó el tono sospechoso de Maia y dirigió una mirada inquisitiva a Roland. «Sr. Cullen, ¿había alguien con usted en ese hotel?».
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Todas las miradas se volvieron hacia Roland, esperando su respuesta. Una arruga apareció entre las cejas de Roland al captar un destello de advertencia en la mirada de Pattie.
Intentando mantener la calma, Roland carraspeó y respondió: —En realidad, esa noche estaba trabajando hasta tarde en un caso. De camino a casa, me encontré con un colega del bufete de abogados de Wront. Fuimos a comer algo, bebimos más de la cuenta y acabé durmiendo en un hotel cercano. ¿La mujer de la que habla Elvira? Debe de ser la camarera que me trajo el desayuno por la mañana.
Atónita, Elvira apenas podía creer lo que estaba oyendo. Si Roland decía la verdad, entonces Maia no había estado con él después de todo. Aun así, había algo en su historia que no cuadraba, pero Elvira no conseguía averiguar qué era.
Maia arqueó una ceja y miró directamente a Pattie, con voz burlona. —¿En serio? Estaba convencida de que Elvira era la mujer que estaba a tu lado.
—¡Por supuesto que no!
—¡Ni hablar!
En perfecta sincronía, Pattie y Roland lo negaron con rotundidad.
Curiosamente, sonó más como una confesión culpable que como una defensa. A Maia se le escapó una risita, aunque decidió no revelar más de lo necesario.
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