Resurgiendo de las cenizas - Capítulo 593
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Capítulo 593
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Maia miró hacia el lago resplandeciente, soltó un suave suspiro y se encogió de hombros. Sabía que no podía ocultarlo. «Tienes razón. Lleva mucho tiempo presionándonos a mí y a su hermano».
Pattie arqueó una ceja, sorprendida. «¿No sabe que estás casada?».
—Sí, pero no sabe que mi marido es Chris, ni por qué me casé con él.
Maia vio cómo se agrandaban los ojos de Pattie y añadió: «Elvira ya había bromeado antes sobre mí y su hermano, pero nunca pensé que, aun sabiendo que estoy casada, seguiría haciéndolo».
Al oír eso, Pattie se quedó en silencio.
Maia se agarró con fuerza a la barandilla y miró a la brillante luna. Una suave brisa onduló la superficie del lago, haciéndola brillar bajo el cielo nocturno.
Se apartó un mechón de pelo de la cara. —Elvira lo hace con buena intención. Le preocupa que me haya casado con la persona equivocada, tiene miedo de que me hagan daño o me engañen. Pero no puedo dejar que interfiera en mis planes. —Su mirada se cruzó con la de Pattie a la luz de la luna.
Pattie parpadeó sorprendida, pero rápidamente asintió con la cabeza y rodeó con un brazo los hombros de Maia. —No te preocupes. Yo me encargo.
Compartieron un silencio cómplice y regresaron a la sala privada.
Sin dudarlo, Pattie pasó junto a Elvira, se acercó a Roland y, con elegancia, le apartó una silla y se sentó con naturalidad.
Maia se deslizó en el asiento que Pattie acababa de dejar libre, justo al lado de Elvira. Los ojos de Elvira se agrandaron y se puso de pie, disgustada. —Pattie, ¿tu asiento no está allí?
Pattie bebió un sorbo de vino y la miró con calma. —De repente me apetece sentarme aquí. ¿Hay algún problema? A Maia no le importa, así que supongo que a ti tampoco, ¿verdad, Elvira?
Elvira se quedó sin palabras.
Por supuesto que le importaba, pero el tono de Pattie no dejaba lugar a discusiones.
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¿Había utilizado Pattie la excusa del baño solo para que Maia cambiara de asiento?
¡Qué astuta!
La expresión de Elvira se ensombreció.
Su ira hervía, lista para estallar, pero la mano de Roland sobre su hombro la detuvo.
—Ya basta —dijo Roland con voz firme, aunque su agarre no dejaba lugar a protestas mientras la guiaba hacia su asiento.
—Realmente no importa quién se sienta dónde. —Le dio una palmadita tranquilizadora en el hombro—. Maia invita hoy, disfrutemos.
Atrapada por la firmeza de Roland, Elvira no tuvo más remedio que tragarse su irritación.
Por el bien de Maia, mordió su ira y, en su lugar, lanzó una mirada asesina a Pattie.
Cualquier buena voluntad que había sentido por Pattie se evaporó en ese instante.
Por dentro, hería, recordándose a sí misma: «Nunca dejaré que esta mujer se interponga entre Maia y mi hermano. Ya verás».
Pattie, por su parte, parecía imperturbable, inclinándose con una sonrisa radiante mientras servía comida en el plato de Roland, haciendo el papel de invitada atenta.
«Pruebe esto, señor Cullen». No había nada sutil en las acciones de Pattie; cada gesto parecía hecho a medida para irritar a Elvira.
Peor aún, Roland no se negaba. Al contrario, probaba cada bocado que Pattie le ponía delante.
Entre cucharadas de sopa, Pattie siguió con su rutina, ofreciéndole más comida como si fuera lo más natural del mundo. —Te gusta este plato, ¿verdad?
«Gracias», dijo Roland con un gesto cortés.
«Si te gusta, la próxima vez te llevaré a un sitio donde lo preparan de verdad». La oferta de Pattie era empalagosa, su tono ligero pero persistente.
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