Resurgiendo de las cenizas - Capítulo 59
✨ Nuevas novelas cada semana, y capítulos liberados/nuevos tres veces por semana.
💬 ¿Tienes una novela en mente? ¡Pídela en nuestra comunidad!
🌟 Únete a la comunidad de WhatsApp
📱 Para guardarnos en tus favoritos, toca el menú del navegador y selecciona “Añadir a la pantalla de inicio” (para dispositivos móviles).
Capítulo 59:
🍙🍙 🍙 🍙 🍙
Hacerlo público causaría un caos.
No sería la primera vez que Rosanna se hiciera viral. En el colegio, alguien subió un vídeo de ella cantando en un concierto. ¿Su voz? Convertía a desconocidos en fans acérrimos.
Lo tenía todo: un rostro delicado, una imagen de chica buena y todo el drama de la hija perdida que alimentaba su encanto. Rosanna se había construido un cuento de hadas.
Y había funcionado. Su popularidad tampoco era insignificante.
Incluso le daba un poco más de brillo a Sandra y Richard en su círculo social. Pero si ese vídeo llegaba a Internet, no solo heriría sus egos. Explotaría, rápido y con fuerza.
Sus rivales se regodearían con el escándalo. ¿Y Rosanna? Su imagen impecable se haría añicos. De la noche a la mañana, pasaría de ser una querida favorita a una impostora intrigante. Las consecuencias podrían ser demasiado graves para que los Morgan pudieran arreglarlas.
Cuando se dio cuenta de la realidad, Rosanna se derrumbó. «¡No quería hacer daño a nadie! Lo siento, Maia. Por favor, créeme. Lo digo en serio. Te lo digo ahora mismo: lo siento de verdad, de todo corazón…».
«Las leyes no existirían si bastara con pedir perdón para arreglarlo todo». Maia entrecerró los ojos y clavó la mirada en Jarrod.
«Os doy tres segundos. Si nadie da un paso al frente, no me llaméis despiadada por lo que suceda a continuación».
El pánico se apoderó de la familia Morgan. La tensión en la habitación se intensificó como una soga, pesada y creciente con cada respiración. Maia comenzó la cuenta atrás con voz firme.
«Tres. Dos. Uno…».
Justo cuando llegó al final, Jarrod apretó la mandíbula. Cerró los ojos, se volvió hacia Rosanna y, con mano dura, le dio una bofetada en la cara. La cabeza de Rosanna…
𝑁𝑜𝓋𝑒𝒹𝒶𝒹𝑒𝓈 𝓎 𝓂á𝓈 𝑒𝓃 ɴσνєʟα𝓼4ƒα𝓷.c♡𝗺
Su cabeza se giró bruscamente hacia un lado y su mejilla se enrojeció por el golpe. La conmoción la invadió cuando levantó los ojos, incapaz de creer que el mismo hermano que solía tratarla como a una princesa acababa de golpearla. Todo su cuerpo temblaba y la furia ardía detrás de sus ojos enrojecidos.
Tratando de mantener la compostura, Jarrod se volvió hacia Maia. —Hice lo que querías. ¿Ahora borrarás el vídeo?
—Cuando Rosanna dijo que la empujé por las escaleras, estabas dispuesto a llamar a la policía para que me metieran en la cárcel. Pero ahora que se ha sabido la verdad, ¿crees que una bofetada es suficiente? —Su sonrisa se torció, fría e implacable—. No es ni de lejos suficiente.
—¡Tú!
La ira lo invadió, pero no tenía nada que negar.
Paralizado, Richard se quedó de pie con los puños apretados. La culpa pesaba mucho sobre sus hombros. Por una vez, no podía excusar lo que había hecho Rosanna.
—Por favor, Maia. Éramos una familia. No empeores más las cosas —dijo Sandra, con tono severo, tratando de intervenir.
—Sí, tienes razón, solíamos serlo —Maia soltó una risa amarga y silenciosa.
La forma en que enfatizó esas tres palabras hizo que Sandra se estremeciera. Su expresión se tensó como si acabara de morder un trozo de cristal roto.
—O sigues… —Maia levantó una ceja y movió el dedo cerca del botón de enviar—. O pulso este botón.
Esta vez Jarrod no dudó.
Le dio otra bofetada. Luego otra. La cabeza de Rosanna se giraba con cada golpe. Temblando por todo el cuerpo, Rosanna se quedó paralizada, con la conmoción reflejada en cada centímetro de su cuerpo. Mechones de pelo enredados le caían sobre la cara, ocultando cualquier emoción que pudiera sentir.
La voz de Jarrod tembló mientras cerraba los ojos, abrumado por el peso de la situación. Le temblaba la mano. —Lo siento, Rosanna. Tengo que hacerlo… Es la única forma de salvar lo que queda de tu nombre.
Volviéndose hacia Maia, la miró fijamente con los ojos inyectados en sangre y ardientes de ira. Apretó los dientes. «¿No crees que ya es suficiente?».
.
.
.