Resurgiendo de las cenizas - Capítulo 587
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Capítulo 587
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Con el reloj avanzando implacablemente hacia los quince días, Richard sintió la presión, como si estuviera atrapado en arenas movedizas, donde luchar solo te hunde más rápido.
Apretando los dientes y tragándose su orgullo, murmuró: «Está bien. Volveré y hablaré con Rosanna».
El humor de Axell cambió de nuevo como si le hubieran dado a un interruptor. Sonrió. «¡Excelente! No hay problema».
Sus pensamientos se desviaron hacia la elegante figura de Rosanna y se sintió impaciente por reclamar lo que le habían prometido.
Con un gesto casual de la mano, se volvió hacia el mayordomo que estaba cerca. «Acompáñalos fuera».
Tras abandonar la finca Nelson, Richard y Sandra se apresuraron a volver a casa, con el aire entre ellos cargado de una tensión tácita.
Se quedaron frente a la puerta del dormitorio de Rosanna, indecisos, como si la madera fuera a golpearles si llamaban.
Richard miró de reojo a Sandra, con los labios apretados en una línea delgada e incierta. —Quizá… quizá deberías hablar tú con ella —murmuró con voz quebradiza—. Tú estás más cerca de ella que yo. Quizá le resulte más fácil escucharlo de ti.
Vaciló y luego exhaló profundamente, con un suspiro que sonó a derrota. —Solo dile que es la única manera de proteger tanto a su hermano como a su propio futuro. No tenemos más opciones, Sandra. Creo que lo entenderá, tiene que hacerlo.
Los ojos de Sandra se encendieron de frustración mientras se volvía hacia él, con los puños apretados a los lados. —¡Richard! Tú eres su padre. No olvidemos que fuiste tú quien hizo este trato. ¿De verdad vas a acobardarte ahora, cuando ella necesita que ambos le digamos la verdad? Ni hablar. Entraremos juntos.
Antes de que ninguno de los dos pudiera llamar, la puerta se abrió con un chirrido.
Rosanna, atraída por el hambre, había salido en busca de comida, solo para encontrar a sus padres paralizados frente a su habitación, con expresiones cargadas de culpa y urgencia.
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—¿Mamá? ¿Papá? ¿Qué pasa? —preguntó con recelo.
Su mirada era vacía, el tipo de vacío que construye muros en lugar de puentes. Recordando sus recientes arrebatos emocionales, Richard y Sandra intercambiaron una mirada cargada de significado. Tras una pausa, Sandra tomó la iniciativa, con un tono cauteloso, como alguien que camina descalzo sobre cristales. —Rosanna, tenemos que hablar —comenzó con suavidad.
Su voz se suavizó aún más. «Sé que últimamente las cosas han sido insoportables para ti. Pero tenemos que pensar en lo que viene después, en tu futuro».
Hizo una pausa, escudriñando el rostro de Rosanna en busca de algún signo de apertura. Al no ver ninguna reacción inmediata en el rostro de Rosanna, Sandra miró a Richard y continuó, eligiendo cada palabra como si fuera un hilo frágil. «Tu padre y yo lo hemos hablado… Hay alguien dispuesto a aceptarte, a darte una vida estable. Ya no tendrías que llevar esta carga sola. ¿Lo considerarías?».
La mano de Rosanna comenzó a temblar, con un movimiento brusco, como un temblor bajo la superficie.
Sabía que había caído en desgracia, que sus esperanzas de casarse con alguien prestigioso se habían reducido a cenizas. ¿Quién podría quererla ahora?
Espera. ¿Podría ser…?
Se echó hacia atrás, sintiendo un escalofrío recorriendo su espalda. —No querrás decir…
Richard dio un paso adelante y le agarró la mano como para sujetarla. Apretó la mandíbula. —Rosanna, escúchame: Axell está divorciado. Las palabras la golpearon como un rayo.
Lo había sospechado, pero nunca se había atrevido a creerlo.
El color se borró de su rostro. Sus dedos se crisparon, frágiles como papel en una tormenta.
—¿Queréis que me case con Axell? ¿Os habéis vuelto locos? —gritó con voz histérica—. ¡Prefiero morir antes que convertirme en su esposa!
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