Resurgiendo de las cenizas - Capítulo 584
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Capítulo 584
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Vince se rió entre dientes. Por supuesto que lo sabía.
Se llevó la mano a la manga y la alisó con deliberada tranquilidad, como si no le importara la tormenta que lo rodeaba. —Entonces lo que tienes que hacer —dijo lentamente— es averiguar cómo conseguir que Maia deje a su marido… y se case conmigo.
No había nada de dulzura en su tono, solo la certeza más cruda.
«Si consigues esas dos cosas, hablaré personalmente con mi padre para que te ayude a salir de este lío. Y como pequeño extra…», Vince miró a Sandra, «me aseguraré de que tu querido hijo, el que se enfrenta a años entre rejas, salga libre».
El corazón de Sandra dio un vuelco y sintió un nudo en la garganta.
El tenue brillo de los ojos de Richard parpadeó, como una vela atrapada en una tormenta, sin saber si apagarse o seguir ardiendo.
La oferta de Vince era tentadora, lo que hacía difícil que Richard la rechazara, pero ¿qué debía hacer?
La familia Morgan ya no tenía ninguna influencia sobre Maia.
Vince los observó, notando que sus expresiones vacilaban entre el miedo y la esperanza, la indecisión y la desesperación. Luego, con una sonrisa apenas perceptible en los labios, les asestó el golpe final. —Cómo lo logren… depende totalmente de ustedes.
«He dicho lo que tenía que decir y espero recibir buenas noticias pronto». Vince apoyó el pie en el sofá y, con un pañuelo, se limpió el café del zapato de cuero, casi como si estuviera aplastando a la familia Morgan contra el suelo.
Richard se agarró con fuerza al reposabrazos, reprimiendo su ira.
«Ah, y si necesitas ayuda con este asunto, no dudes en ponerte en contacto conmigo cuando quieras». Dicho esto, Vince se dio la vuelta y se marchó sin mirar atrás. El sonido de sus tacones contra el mármol resonó en la sala, cada paso como un golpe al orgullo de Richard.
Un pesado silencio se apoderó de la sala de estar.
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Una vez que Vince se marchó, Richard se quedó mirando fijamente la huella embarrada que había dejado en el sofá, sin saber qué decir mientras el silencio se prolongaba. Sandra se derrumbó en el sofá, con los brazos cruzados sobre el pecho. El rímel le corría por la cara, pero no se molestó en limpiárselo. Su mirada permaneció fija en el suelo, abrumada por el dolor de la humillación.
—¿De verdad tenemos que depender de él ahora? —La voz de Sandra temblaba al hablar—. En realidad, no le importa ayudarnos. Lo único que quiere es vernos avergonzados. Hemos puesto tanto esfuerzo durante todos estos años, pero ahora parece que cualquiera puede tratarnos como si no fuéramos nada. Vince lo hace, y todos los demás también.
Aunque Sandra miraba al techo con la cabeza echada hacia atrás, las lágrimas seguían resbalando por su rostro. —Richard… ¿qué hacemos ahora?
Richard apretó los ojos con fuerza, desgarrado por el dolor y la incertidumbre. «No tenemos otra opción». Se presionó con fuerza las sienes con los dedos, tratando de aliviar el dolor punzante.
Cada fibra de su ser se rebelaba ante la idea de deberle algo a Vince o a la familia Ward. Depender de ellos lo ataría a ellos para siempre. Pero Maia ya había hecho público que cortaba los lazos con la familia Morgan y ni siquiera respondía a sus llamadas. ¿Se suponía que debía tragarse su orgullo y suplicarle ayuda?
Richard apretó los puños con fuerza.
Simplemente no podía hacerlo.
Había criado a Maia durante diecisiete años, y que le dijeran que se humillara ante ella era como una nueva humillación que se sumaba a todo lo demás. Era más de lo que podía soportar.
Prefería morir antes que soportar semejante desgracia.
Perdido en sus pensamientos, a Richard se le ocurrió una idea repentina. Tomó la mano de Sandra, con los ojos repentinamente iluminados por la determinación. —Quizás aún haya otra manera, una solución que pueda ayudar a Jarrod y también arreglar la situación de Rosanna.
Los ojos de Sandra se abrieron con sorpresa. «¿Qué tienes en mente?».
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