Resurgiendo de las cenizas - Capítulo 569
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Capítulo 569
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«Cuántas estrellas… ¿Cuándo has conseguido doblar todas estas?», preguntó Maia con los ojos muy abiertos y maravillada mientras miraba a Chris, cuyo rostro irradiaba orgullo. «Debe de haberte llevado mucho tiempo terminarlas».
Chris soltó una risita, se acercó un poco y ladeó la cabeza mientras la miraba. —¿No fuiste tú quien me dijo que me quedara quieto y descansara mientras me recuperaba? Me dijiste que no debía correr, así que te hice caso. Todos los días, después de tragarme ese brebaje amargo y turbio que me preparabas, me escapaba a mi habitación y doblaba más estrellas para ti en silencio.
De repente, Maia lo comprendió: ahora entendía por qué Chris siempre se apresuraba a irse a su habitación después de tomar la nutritiva comida que ella le preparaba. Todo este tiempo había estado trabajando en secreto en su sorpresa de cumpleaños. Le picó la nariz con ganas de llorar y…
Su corazón dio un pequeño salto. Nadie había hecho nunca tanto por su cumpleaños: tanta atención, tanto cariño y un detalle tan bonito e inesperado. En ese instante, todos los muros que Maia había construido alrededor de su corazón se derrumbaron, como la nieve que desaparece silenciosamente bajo el calor del sol de principios de primavera.
Chris habló de repente. —¿Tienes idea de lo que significan realmente esas estrellitas de papel?
A Maia le ardieron las orejas e intentó parecer tranquila. —Eh… Supongo que significan esperanza, paz, quizá buena salud —respondió vacilante.
Chris sonrió con ternura y le tomó la mano, sosteniéndola entre las suyas. Su tacto era firme y cálido, y ella podía sentir los latidos de su corazón a través de su muñeca.
De pie, justo delante de ella, le dedicó una sonrisa tranquila y segura, suave como la brisa primaveral, y le dijo: «Esas estrellas significan algo más. Representan un amor que permanece fiel, pase lo que pase. Estas estrellas siempre brillarán para nosotros. Incluso si el destino nos separa, estas estrellas nos guiarán de vuelta el uno al otro».
Maia sintió que el corazón se le encogía en el pecho. Levantó la mirada y se encontró con los intensos y profundos ojos de Chris.
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Había una seriedad tranquila en sus ojos, llena de honestidad, como estrellas que atravesaban la oscuridad de la noche.
Como un mago que realiza un truco, Chris reveló una estrella dorada más en el centro de su mano. «Esta, la estrella número mil, quiero dártela yo mismo», dijo.
Le tomó la otra mano, le abrió lentamente los dedos y le colocó con cuidado la brillante estrella en la palma.
«Representa… a la persona verdaderamente especial», susurró.
El corazón de Maia latía con fuerza, como un tambor. Miró a los cautivadores ojos de Chris, donde la luz cambiante bailaba y reflejaba su rostro.
Una repentina e inexplicable necesidad la invadió y, antes de darse cuenta de lo que hacía, se acercó y deslizó los brazos alrededor de su estrecha cintura.
Chris ni siquiera tuvo tiempo de darse cuenta de lo que estaba pasando cuando Maia enterró la cara en su pecho.
«Gracias», susurró, con una voz apenas audible. Solo dos palabras, pero cargadas con todo lo que sentía en su interior.
Chris la abrazó también, inclinando la cabeza para apoyar suavemente la cara en el pelo de ella. Soltó una risita y dijo: «¿De verdad crees que con darme las gracias vas a librarte de mí? Ni lo sueñes».
Maia se apartó ligeramente, levantó la cabeza y lo miró, desconcertada. «Entonces, ¿qué es lo que quieres…», comenzó a decir.
Pero antes de que pudiera decir nada más, Chris se inclinó y la besó.
Bañados por una luz dorada, rodeados de innumerables estrellas de papel, su beso lo dijo todo sin necesidad de palabras: tierno, lleno de pasión silenciosa y tan irreal como algo salido de un sueño.
Durante una fracción de segundo, Maia abrió los ojos con sorpresa. Luego, lentamente, los dejó cerrarse. No se apartó. En cambio, deslizó los brazos alrededor de su espalda, abrazándolo por completo, devolviéndole el beso como si finalmente lo estuviera dejando entrar.
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