Resurgiendo de las cenizas - Capítulo 568
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Capítulo 568
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La última pose del baile de Maia y Chris quedó congelada en la foto, como si el tiempo se hubiera detenido.
La expresión de Maia aún conservaba un rastro de asombro. Cuando miró hacia atrás, vio a Chris sonriendo suavemente, con algo estable y acogedor en su rostro, como si la estuviera atrayendo silenciosamente hacia él. Todo el momento parecía un sueño, o algo sacado de un cuadro.
Chris se agachó para recoger la foto, que aún estaba caliente, y volvió junto a Maia. Se la entregó y le dijo: «Pensé que deberíamos tener un recuerdo para conmemorar tu cumpleaños. Es la primera vez que lo celebro contigo, pero no será la única».
Maia inclinó la cabeza hacia abajo y dejó que sus ojos se posaran en la foto.
En la instantánea, las estrellas doradas captaban la luz y brillaban, como polvo de estrellas atrapado en un fotograma. Parecía tan delicado, casi como si perteneciera a otro mundo.
Maia se sintió invadida por una oleada de emociones que surgieron desde lo más profundo de su ser. Todo lo que había pasado antes —las señales contradictorias, las decepciones, el dolor— parecía disolverse en la ternura del momento.
«Esto es lo que te regalo por tu cumpleaños», dijo Chris en voz baja, con una voz tan suave como la brisa primaveral que acaricia las ramas de un sauce. «Puede que no sea tan extravagante como los fuegos artificiales, los espectáculos de luces o las joyas, pero representa los verdaderos sentimientos que hay en lo más profundo de mi corazón».
Maia se sintió inestable por un instante, como si el suelo se hubiera movido ligeramente. Su corazón se aceleró.
Así que Chris se había dado cuenta de todo. No se le había escapado nada.
Cuando le había preguntado casualmente a qué hora volvería esa noche, ya estaba planeando esta pequeña sorpresa, ¿verdad?
Antes de darse cuenta, a Maia se le llenaron los ojos de lágrimas.
Había recibido regalos increíbles en su banquete de cumpleaños, pero ninguno le había llegado al corazón como este. Lo que Maia aún no sabía era que Chris también había organizado los deslumbrantes fuegos artificiales, el brillante espectáculo de luces e incluso la joya más preciada, la Lágrima de Ángel.
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No solo intentaba regalarle belleza. Le ofrecía algo más profundo: amor, sincero y puro.
«Estas estrellas de papel…», Chris miró a su alrededor, al mar de formas doradas que flotaban cerca. «Las he doblado todas yo mismo. Cada una lleva un deseo que he pedido para ti. Me detuve en 999».
El suave resplandor dorado se derramó sobre su rostro, iluminando sus ojos. Brillaban como si tuvieran luz propia.
Por un momento, Maia no pudo articular palabra. La voz le había fallado por completo.
Cuando era pequeña, solía imaginar momentos como este en sus sueños. En aquel entonces, incluso recibir una sola estrella de papel habría significado todo para ella.
Pero nadie le había hecho ni una sola, y mucho menos cientos y cientos.
Se le hizo un nudo en la garganta, pero al mismo tiempo sintió que se le derretía el corazón.
Extendió la mano y cogió con cuidado una estrella, abriéndola con dedos delicados. La escritura en el papel destacaba, firme y clara. «Que estés rodeada de amor y felicidad todos los días», decía.
Maia eligió una segunda estrella y la abrió. «Si te sientes triste, come algo rico. El chef Cooper siempre está listo para prepararte algo reconfortante», decía.
Desdobló una tercera. «Un sueño, dos corazones, tres comidas al día, cuatro estaciones juntos: la vida rebosará de alegría y sonrisas infinitas», decía.
Maia siguió abriendo más, una por una. Cada estrella contenía un mensaje diferente al anterior.
Lo que sentía ahora iba más allá de lo que los brillantes fuegos artificiales o las luces resplandecientes podrían haber despertado en ella.
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