Resurgiendo de las cenizas - Capítulo 555
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Capítulo 555
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¿Qué demonios estaba pasando?
Mientras intentaba darle sentido a todo, una repentina ola de calor la golpeó por detrás. El cálido aliento de Axell rozó su oreja, provocándole un escalofrío que le recorrió la espalda. La sensación era extraña, a la vez helada y emocionante, y le nubló la mente, impidiéndole concentrarse.
Su corazón latía con fuerza, golpeando con fuerza en su pecho. Sus piernas se doblaron por completo, volviéndose tan débiles como arcilla mojada, dejándola completamente indefensa.
El miedo se apoderó de Rosanna.
—¿Estás loco, Axell? ¡Suéltame! —gritó. Luchó por liberarse, pero fue inútil. Cuanto más se resistía, más fuerte la agarraba Axell.
—¡No puedo aguantar más! —gruñó Axell, con la voz cargada de lujuria. La droga había amplificado su fuerza. Sin previo aviso, agarró a Rosanna y la tiró sobre la cama.
«Maia, divirtámonos esta noche», balbuceó, con la mente nublada por la droga, confundiendo a Rosanna con Maia. Se abalanzó sobre ella y le rasgó la ropa con manos ásperas y desesperadas.
«No soy Maia…», dijo Rosanna, pálida como un cadáver, con los ojos llenos de miedo. Intentó hablar, pero antes de que pudiera pronunciar otra palabra, Axell le dio una fuerte bofetada en la mejilla, dejándola aturdida.
«¡Cállate!», gruñó, inmovilizándola con fuerza cruel. Rosanna se sintió impotente, como un cordero listo para el matadero, incapaz de resistirse.
La vergüenza y la rabia hervían en su interior mientras las lágrimas corrían libremente por su rostro.
Axell la había desnudado por completo, dejándola expuesta y vulnerable.
Rosanna se derrumbó y gritó desesperada: «¡Para! Por favor, para… ¡No soy Maia! ¡Mírame! ¡Mírame de verdad! No… por favor, para… Te lo suplico… Déjame ir…».
Pero sus gritos cayeron en oídos sordos. Si acaso, parecían alimentar aún más los instintos salvajes y animales de Axell.
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¿Cómo había podido todo salirse de control tan rápido? Rosanna no podía entenderlo.
Peor aún, su mente comenzó a nublarse. Estaba segura de haber visto a Maia beber el champán drogado. ¿Dónde se había torcido todo?
Dentro del baño, Maia escuchaba el caos que se desarrollaba afuera. Una sonrisa cruel se dibujó en sus labios mientras se ponía de pie, abría la puerta y salía. La escena que se presentó ante ella le revolvió el estómago.
Los dos cuerpos enredados en la cama ofrecían una visión repugnante. Maia no se molestó en mirar de nuevo. Simplemente empujó la puerta y se marchó.
Al salir de la habitación, se topó con un camarero. Una mirada astuta brilló en sus ojos. Había cosas que ella no podía manejar, pero este tipo podía encargarse de ellas.
Se adelantó y lo detuvo en seco.
De vuelta en la fiesta, el ambiente era animado, con el tintineo de las copas y las risas resonando por todas partes.
De repente, un camarero salió corriendo de la villa, con el rostro pálido y lleno de pánico. —¡Esto es malo! ¡Algo le ha pasado a la Sra. Watson! Richard y Sandra, que estaban charlando con los invitados, se quedaron paralizados al oír las palabras del camarero. Se volvieron hacia él con los ojos muy abiertos y llenos de preocupación.
¿La Sra. Watson? ¿Maia?
Richard dejó su copa de vino y frunció el ceño. «¡Cálmate y dime qué pasa!».
El camarero dudó, palideciendo aún más. Balbuceó: «Es la Sra. Watson… Está sola en una habitación con un hombre…».
En cuanto pronunció esas palabras, el animado murmullo que los rodeaba se apagó. Los invitados, que estaban disfrutando de la velada, se quedaron en silencio y tensos.
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