Resurgiendo de las cenizas - Capítulo 552
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Capítulo 552
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El camarero se dio cuenta enseguida, cogió dos copas de la parte superior de la torre y se las entregó.
Para Maia, que sabía mucho de vinos, este champán era difícil de resistir. Extendió la mano para coger una copa, pero se le resbaló accidentalmente.
La copa cayó al suelo y se rompió en mil pedazos, liberando su rico aroma en la sala. Los invitados cercanos no pudieron evitar tragar saliva. ¡Qué desperdicio!
«Lo siento mucho. ¿Podría traer dos copas más?», le pidió Maia al camarero, señalando la mesa con la cabeza. «Por favor, déjelas ahí, prefiero cogerlas yo misma».
El camarero accedió, trajo dos copas nuevas de la parte de arriba y las colocó con cuidado sobre la mesa.
Maia se adelantó, cogió las copas y se volvió hacia Rosanna. —Como tu hermana mayor, creo que debería dejarte elegir primero. Yo cogeré la que tú no quieras.
Rosanna se rió suavemente y dijo con una sonrisa: «Ya que estás tan impaciente, yo iré primero».
Miró los vasos y eligió el que tenía un poco más de champán.
Maia tomó la otra copa sin dudarlo.
Mientras tanto, los camareros se movían entre la multitud, sirviendo champán a todos los invitados.
Cuando todos tenían una copa en la mano, Mariana alzó la voz. —¡Brindemos por los cumpleaños de Maia y Rosanna!
«¡Salud!».
«¡Maia, salud!». Rosanna miró a Maia con alegría.
Las copas tintinearon ruidosamente por toda la sala mientras todos saboreaban el momento, animados por el buen champán.
Sin embargo, detrás de los ojos de Rosanna y Mariana se dibujó una sonrisa de victoria. Una vez que Maia probara este champán, nunca volvería a levantar la cabeza. Su tan esperada venganza estaría sellada.
En ese momento, las puertas del salón se abrieron y entró una tarta de varios pisos sobre una bandeja de plata, preparada con mucho cariño por la familia Morgan. Velas parpadeantes coronaban la parte superior, y su resplandor bailaba sobre el glaseado cuidadosamente decorado. En las capas se podían leer los nombres de Rosanna y Maia, escritos con una letra delicada, seguidos de un alegre «Feliz cumpleaños» espolvoreado con azúcar.
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La multitud se apartó instintivamente cuando Maia y Rosanna dieron un paso adelante, con todos los ojos puestos en ellas. Las risas brotaron en pequeños grupos cuando las dos comenzaron a cortar el pastel, con sus sonrisas enmarcadas por los flashes de las cámaras.
En ese momento, Mariana aplaudió dos veces para llamar a los camareros. «¡Traed el vino!», gritó con voz alegre y emocionada. Un momento después, apareció una procesión de camareros, cada uno con una botella de vino tinto tan bueno que brillaba como rubíes bajo la luz de la lámpara de araña.
Con un brillo en los ojos y un tono pícaro, Mariana levantó su copa. «¡Todos, bebamos hasta que no podamos mantenernos en pie esta noche!». Su declaración fue seguida por una oleada de vítores.
«¡Bebamos hasta que no podamos más!», repitieron muchos invitados, y sus voces encendieron la sala.
Gracias al buen vino, los invitados comenzaron a relajarse, riendo y charlando mientras bebían.
Los hombres, en particular, aprovecharon el momento. Las copas se llenaron hasta el borde y tintinearon salvajemente mientras brindaban por Maia una y otra vez.
En poco tiempo, varios de ellos ya estaban borrachos. Vince también había dado más de un trago. Ahora estaba recostado en su silla, con una sonrisa perezosa en los labios mientras la sala daba vueltas ligeramente. Su visión bailaba y se volvía borrosa.
En su estado confuso, le pareció ver a Maia suplicándole que se reconciliaran. Una leve sonrisa se dibujó en la comisura de sus labios.
Mientras tanto, Claudio apenas había tocado su copa. Se había mantenido al margen de la multitud, con un ojo siempre pendiente de los movimientos de Mariana. Hasta ahora, su vino parecía intacto, al menos nada le había parecido extraño.
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