Resurgiendo de las cenizas - Capítulo 55
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Capítulo 55:
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La familia Ward inspiraba respeto en la alta sociedad de Wront.
Su imagen e influencia lo eran todo para ellos.
Había movido todos los hilos para traer a Vince aquí y cerrar el acuerdo. Ni por un momento había imaginado que Maia irrumpiría y lo arruinaría todo.
Si esto continuaba, Vince podría empezar a pensar que los Morgan eran tan maleducados e indignos como Maia, la forastera.
Richard, por su parte, captó el trasfondo de las palabras de Vince.
Aunque hería por dentro de rabia hacia Maia, sabía bien que no era el momento de agitar las aguas y que debía esperar el momento oportuno. Una vez que Vince se hubiera marchado, él mismo arreglaría las cosas con Maia.
—Vince tiene razón. Jarrod, esta es una ocasión familiar, no es momento para que tú y tu hermana se peleen.
Al restarle importancia y calificarlo de simple disputa, Richard suavizó el momento.
Jarrod no tuvo más remedio que tragarse su rabia. Con los ojos inyectados en sangre, apartó la mano bruscamente y lanzó una mirada llena de rencor a Maia.
Maia permaneció impasible. Les dio la espalda a ambos, sin siquiera concederles una mirada de cortesía.
En cambio, sus ojos se encontraron con los de Rosanna. Aturdida e inmóvil, Rosanna miró al frente hasta que Maia rompió el silencio. —¿Dónde está el objeto?
La pregunta sacó a Rosanna de su trance. Parpadeó y luego levantó la vista. Tragándose el odio que bullía detrás de sus ojos, respondió en voz baja: «Está en mi habitación. Ven conmigo, te lo daré».
Maia no dijo nada, solo siguió a Rosanna fuera del comedor, con expresión impenetrable.
En el segundo piso de la villa, Rosanna se detuvo en lo alto de la escalera. Maia se dio vuelta, intuyendo que algo andaba mal, y notó que Rosanna estaba inmóvil.
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Frunció el ceño con recelo.
Rosanna levantó lentamente la cabeza. Una sonrisa fría y escalofriante se dibujó en su rostro.
Entonces, sin previo aviso, se lanzó hacia atrás y cayó rodando por las escaleras.
En el momento en que Maia desapareció escaleras arriba, una extraña quietud se apoderó del comedor.
Entonces se oyó un ruido. Un golpe sordo que resonó en toda la casa, seguido de un grito que rompió el silencio.
Todos se quedaron paralizados por el horror.
Jarrod fue el primero en reaccionar, con voz aguda y alarmada. «¡Rosanna!».
Todos se pusieron en pie de un salto y salieron corriendo de la habitación.
Cuando llegaron a la escalera, encontraron a Rosanna tirada en el suelo, con el rostro desencajado por el dolor.
Y Maia…
Estaba de pie en silencio en el segundo piso, con los brazos rígidos a los lados. Sus ojos estaban inexpresivos, como si nada de aquello le importara.
Jarrod cayó de rodillas y recogió a Rosanna en sus brazos. El pánico se apoderó de él cuando vio los moretones que florecían en el brazo de la joven. «¿Qué… qué ha pasado?».
Las lágrimas corrían por las mejillas de Rosanna. Levantó la vista, temblando, y miró fijamente a Maia. Su voz se quebró mientras sollozaba. —Maia… Me equivoqué. No debería haber mencionado lo de ti y ese hombre… ¡Pero cómo has podido… cómo has podido ser tan cruel y empujarme por las escaleras?
La conmoción se apoderó de los rostros de la familia Morgan al unísono. ¿De verdad Maia había empujado a Rosanna por las escaleras? ¿Y quién era «ese hombre» al que se refería Rosanna? ¿Qué había pasado entre él y Maia?
Jarrod frunció aún más el ceño. «Rosanna, por favor, cuéntanos exactamente lo que pasó».
Los ojos de Rosanna se llenaron de lágrimas y su voz temblaba. «Ayer me encontré con Maia en el centro comercial Huntington. Estaba derrochando dinero, comprando todo tipo de marcas de lujo. Luego la vi subir a un Rolls-Royce Phantom. Me preocupó que estuviera tomando malas decisiones, así que cuando nos quedamos solas en las escaleras, le dije que si necesitaba dinero desesperadamente, podía volver con nosotros. Le rogué que no destruyera su vida por despecho. Aún es muy joven, tiene todo el futuro por delante. Pero en lugar de escucharme, perdió los nervios… y me empujó por las escaleras».
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