Resurgiendo de las cenizas - Capítulo 548
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Capítulo 548
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Por encima de ellos, nubes pesadas se arremolinaban, tragándose el suave resplandor de la luna.
Mientras tanto, los invitados comenzaron a dar una cálida bienvenida a Mariana.
Richard y Sandra se abrieron paso entre la multitud para saludarla.
Nadie le guardaba rencor a Mariana por llegar tarde. Más bien, creían que se había perdido la emoción inicial.
Richard se adelantó con tono cortés. —Señorita Cooper, es un honor tenerla aquí. ¡Su presencia realmente eleva el prestigio de la familia Morgan! El baile acaba de terminar y ahora estamos a punto de llegar a la mejor parte de la celebración de esta noche: el corte del pastel.
—Más vale tarde que nunca —respondió Mariana con una sonrisa. Luego asintió con la cabeza hacia los regalos que estaban trayendo y añadió—: Pero antes de empezar, ¿puedo entregar primero mis regalos?
—Por aquí, señorita Cooper. —La radiante sonrisa de Sandra podría haber iluminado todo el salón. Estaba segura de que Mariana no vendría con las manos vacías. Sin duda, habría traído algo grandioso para Rosanna. De lo contrario, Rosanna se sentiría bastante eclipsada esta noche, sobre todo porque no había recibido muchos regalos en comparación con Maia.
Como madre de Rosanna, Sandra no podía soportar la idea de que su hija fuera ignorada por completo esa noche.
Caminando junto a Mariana, Sandra miró los dos grandes paquetes que llevaba detrás y dijo en voz baja: —Señorita Cooper, ya es maravilloso que haya venido. ¿Por qué se ha tomado la molestia de traer regalos tan enormes? Rosanna se va a poner muy contenta.
Rosanna, que las seguía en silencio, tiró de la manga de su madre y le susurró: «Mamá, no digas eso. Seguro que Mariana ha traído algo para Maia y para mí, así Maia también estará contenta». Sandra se detuvo, sorprendida por la consideración de su hija. Incluso después de pasar toda la noche a la sombra de Maia, Rosanna no mostraba ni una pizca de celos.
El corazón de Sandra se llenó de orgullo. Su hija era bondadosa hasta la médula.
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—Sra. Morgan, hoy es el cumpleaños de Rosanna y Maia. ¿Cómo no iba a venir? —dijo Mariana con modestia—. Además, estos regalos son solo un pequeño detalle para mostrar mi agradecimiento. No son nada valiosos.
Nadie se creyó sus modestas palabras.
La extravagancia de los regalos era innegable. Cada caja era tan grande que se necesitaba ayuda para transportarla y desprendía un aire de puro lujo. Su tamaño dejaba claro que no se trataba de regalos corrientes.
Había también un segundo paquete de forma inusual, ancho pero extrañamente delgado.
Los invitados comenzaron a susurrar, con curiosidad y envidia, especulando sobre lo que podría haber dentro de los lujosos regalos de Mariana.
En ese momento, Claudio apareció detrás de Mariana y su voz cortó las conversaciones. —Mariana, ¿qué haces aquí?
Sus palabras sonaban entre molestas y preocupadas, aunque solo unos pocos pudieron percibir la inquietud que se escondía tras ellas. Sin embargo, la mayoría solo se fijó en lo mucho que el Grupo Cooper parecía valorar a Maia. Si tanto el heredero como la hija mayor habían acudido en persona, eso lo decía todo.
Aun así, algunos no podían evitar preguntarse. Aunque todos sabían que Mariana y Rosanna eran íntimas, las cosas entre Mariana y Maia nunca habían sido precisamente amistosas.
En la gala del Grupo Cooper, Maia había dejado a Mariana en evidencia delante de todos, pero la familia había logrado acallar el asunto justo a tiempo. Gracias a su rápida maniobra, la mayoría de las familias de rango medio seguían sin saber nada de los viejos resentimientos que bullían entre las dos mujeres.
Si Mariana hubiera aparecido con un solo regalo, todos habrían asumido que era para Rosanna. Sin embargo, el hecho de llevar dos regalos dejaba claro que uno era para Maia. Ahora, todo el mundo estaba comentando, ansioso por saber qué había elegido Mariana para Maia y si Maia lo aceptaría.
Cuando la familiar voz de Claudio resonó detrás de ella, Mariana se volvió con una sonrisa deslumbrante. «Oh, ¿así que tú puedes hacer una entrada triunfal, pero yo no? ¡Solo he venido con los regalos, nada más!». Le lanzó una mirada cómplice a Maia, con un brillo travieso en los ojos. Se inclinó hacia él y, bajando la voz, le dijo en tono burlón: «Claudius, has hecho una entrada triunfal esta noche. ¿Tienes idea de lo que le dirás a papá cuando lleguéis a casa?».
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