Resurgiendo de las cenizas - Capítulo 547
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Capítulo 547
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Richard y Sandra los seguían de cerca, con una actitud completamente diferente. Sonrientes y humildes, parecían personas totalmente distintas.
Una vez que se quedaron solos, se pusieron muy cariñosos, diciéndole todas las cosas bonitas que se les ocurrían. Como Maia permanecía en silencio y no les respondía, continuaron colmándola de cumplidos. Era como si hubieran borrado de sus mentes el hecho de que habían trabajado juntos para meter a Maia entre rejas cuatro años atrás.
Cuando Maia regresó al salón, la multitud se reunió rápidamente a su alrededor. En poco tiempo, Maia volvió a ser el centro de atención.
Mientras tanto, Rosanna volvió a darse cuenta con crudeza de que ella no importaba. El alegre bullicio de la celebración le parecía lejano, como si ni siquiera formara parte de él.
A su lado estaba Stacy, con el rostro igual de amargado.
—Rosanna, ¿qué tal si nos vamos de aquí? —murmuró Stacy con un suspiro—. Ahora solo somos nosotras dos, aquí de pie como un par de idiotas.
Rosanna le lanzó una mirada fulminante y espetó: —¿A quién llamas idiota? Yo no me voy. ¡Esta es mi fiesta de cumpleaños también! Espera y verás. Cuanto más alto suba Maia, más fuerte caerá.
Se puso de puntillas, tratando de ver por encima de las cabezas que se agolpaban cerca de la puerta, con las manos apretadas en puños. En su mente, Rosanna hervía: «Mariana, ¡más te vale que no me falles esta noche!».
En ese momento, un elegante Porsche Panamera morado se detuvo frente a la entrada, seguido de cerca por un gran camión de reparto. El fuerte zumbido de los motores atrajo todas las miradas hacia la entrada del patio. A estas alturas, los invitados habían vivido tantas sorpresas que ya nada les sorprendía.
«Mira allí, acaba de llegar alguien más. Seguro que es otro VIP con un regalo lujoso para Maia».
«Mira qué montaje. Lo que hayan metido en ese camión debe de ser enorme».
«No puede ser. El regalo del Sr. M de antes ya era increíble. ¿Cuántas sorpresas más nos esperan esta noche?».
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La puerta del coche se abrió lentamente y un par de piernas elegantes salieron al exterior. Una mujer la seguía, cubierta de joyas brillantes de la cabeza a los pies, irradiando lujo y captando al instante todas las miradas de la sala.
Era Mariana.
Por fin había hecho su entrada.
El rostro de Rosanna se iluminó de alegría. Ahora comenzaría el verdadero drama.
Este era el momento en que Maia lo perdería todo y se convertiría en el hazmerreír de todos los presentes. El pulso de Rosanna se aceleró. Recogió su vestido y se apresuró a salir al encuentro de Mariana.
—¡Mariana, por fin has llegado! El banquete está a punto de terminar —dijo radiante, sin rastro de la ira y los celos que había mostrado antes.
Mariana lanzó una rápida mirada a Rosanna antes de dirigir la vista hacia Maia, que se encontraba a lo lejos. Con expresión complacida, dijo: —Quería que todo fuera perfecto, tanto para ti como para Maia, así que me he tomado mi tiempo. Por eso he llegado tarde.
Se dio la vuelta y miró detrás de ella. Para entonces, un equipo de trabajadores había comenzado a descargar con cuidado un objeto rectangular de gran tamaño. Estaba oculto bajo una tela y lo llevaban lentamente hacia el centro del salón de banquetes.
No muy lejos, cuatro hombres vestidos con elegantes fracs empujaban una caja gigantesca en la misma dirección.
La escena hizo que Rosanna esbozara una amplia sonrisa.
Se inclinó hacia Mariana y le susurró: «Esto es perfecto. ¡No puedo esperar a ver cómo se derrumba la reputación de Maia!». Las dos mujeres compartieron una sonrisa pícara y cómplice.
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