Resurgiendo de las cenizas - Capítulo 518
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Capítulo 518
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Después de que Vince se marchara, Richard y Sandra se acercaron a Rosanna. Hacía tiempo que habían dejado de preocuparse por la opinión de Vince; toda su atención se centraba ahora en la inminente llegada de Claudio y en los preparativos necesarios para recibirlo como es debido. Rosanna confesó que no sabía exactamente cuándo llegaría Claudio.
En ese momento, una voz emocionada rompió el murmullo. «¡Mirad! ¡Ha llegado Maia!». Todas las cabezas se giraron hacia la entrada.
Maia entró en la sala con una gracia natural, con un maquillaje impecable y un vestido azul salpicado de cristales que captaba y dispersaba la luz como un mar bajo las estrellas. La tela se ceñía a su esbelta cintura, irradiando un aura de elegancia y sofisticación.
Sofisticada elegancia. Maia se movía por la sala como un ser celestial que había descendido momentáneamente a la Tierra, acaparando la atención de todos los presentes. En ese momento sobrecogedor, Rosanna pareció desvanecerse hasta convertirse en alguien insignificante, una chica olvidable, despojada de cualquier cualidad destacable.
La entrada de Maia provocó un espasmo involuntario en el párpado de Rosanna. Sus dedos se curvaron en garras rígidas y se mordió las uñas hasta clavárselas en las palmas. ¿Y qué si Maia estaba impresionante ahora? Esa noche, la reputación de Maia quedaría por los suelos.
Los rasgos de Richard se endurecieron como el granito cuando su mirada se posó en Maia. Todo rastro de la calidez que una vez le había ofrecido se había evaporado.
Su hija biológica, Rosanna, se había asegurado una conexión con el Grupo Cooper. ¿Qué motivo tenía ya para mostrar amabilidad hacia Maia? Con mirada fría, dijo: «Todos están esperando. ¿Por qué has tardado tanto en aparecer?».
Maia le devolvió la mirada con frialdad, sin decir nada. Había venido esa noche para descubrir los planes que tramaba la familia Morgan y enfrentarse a ellos sin rodeos. Mientras tanto, Vince seguía escudriñando la abarrotada sala.
Entonces la vio: Maia, entrando con elegancia en el salón de banquetes. Estaba impresionante esa noche, un visionario de elegancia y gracia. Vince contuvo el aliento al verla. Su corazón latía con fuerza en su pecho.
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Una oleada de emoción lo invadió, imposible de ignorar. Su pulso se aceleró, rompiendo su control. Se puso de pie y comenzó a caminar hacia Maia.
En ese preciso momento, Jarrod entró en el salón con dos cajas de regalo cuidadosamente envueltas. Había seleccionado estos regalos con mucho esmero: uno destinado a Rosanna y el otro hecho especialmente para Maia.
Al ver a Maia al otro lado de la sala, Jarrod aceleró el paso, apretando con fuerza las cajas de regalo entre sus manos. Estaba decidido a entregarle su regalo primero y a expiar adecuadamente sus errores.
De repente, un estruendo atronador rasgó el aire. Brillantes serpentinas de luz se elevaron en un arco hacia la oscuridad aterciopelada, estallando en una espectacular cascada de colores luminosos contra el cielo nocturno.
—¡Mirad! ¡Fuegos artificiales! —exclamó un invitado asombrado.
Tanto Jarrod como Vince se detuvieron en seco, con la atención capturada por el espectáculo celestial. Como si fueran uno solo, todos los invitados inclinaron la cabeza hacia el cielo.
Los fuegos artificiales pintaron la oscuridad con un arte vibrante y efímero, dejando a la multitud reunida sin aliento y maravillada. Murmullos de admiración se extendieron entre los invitados mientras se maravillaban de la extravagante celebración de la familia Morgan por el cumpleaños de sus hijas.
Richard, sin embargo, se quedó rígido, confundido. Él no había autorizado ningún espectáculo de fuegos artificiales.
Mientras las brillantes explosiones continuaban sobre sus cabezas, su resplandor bañaba la escena con una luz parpadeante. Poco a poco, las chispas danzantes comenzaron a ordenarse, formando palabras brillantes contra la oscuridad. «¡Feliz cumpleaños!». ¡Boom!
La multitud inhaló colectivamente con asombro, y los teléfonos se levantaron al unísono para capturar el momento mágico.
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