Resurgiendo de las cenizas - Capítulo 510
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Capítulo 510
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Maia echó un vistazo a la olla que seguía burbujeando suavemente en la estufa. «Si se trata de Ethan, creo que ya me he expresado con claridad. No hay necesidad de…».
—No se trata de eso —la interrumpió Claudius, con tono suave pero insistente—. Me gustaría hablar de una colaboración.
Ella arqueó una ceja, ahora ligeramente intrigada. —¿Una colaboración? ¿Entre nosotros dos?
—Exactamente. Y creo que hay asuntos que es mejor discutir en persona —respondió él, esbozando una leve sonrisa que ella casi podía oír a través del teléfono.
Maia frunció el ceño. —¿Qué tipo de colaboración? No sé qué negocios podrían tener en común su empresa y yo.
«Me gustaría encargarle una canción», dijo Claudius, directo y claro.
Así que eso era. El interés de Maia se desvaneció al instante. «Me temo que no tengo tiempo en este momento».
Pero Claudius no estaba dispuesto a aceptar un no por respuesta. «Esta canción tiene un significado personal para mí. Si aceptas, puedes poner tus propias condiciones».
Eso llamó su atención. Su mente se trasladó a un artículo que había leído recientemente en una revista, sobre una gema poco común con forma de huevo de ganso llamada «Lágrima de ángel». La joya había sido extraída por la empresa de Claudio.
El dinero no movía a Maia, pero ¿un zafiro único que nunca había visto antes? Eso era otra historia.
«Envíeme la hora y el lugar», dijo finalmente.
Claudius tardó menos de un minuto en enviarle los detalles por mensaje.
A las tres de la tarde, Maia llegó a uno de los restaurantes más prestigiosos de Wront, escondido en un salón privado reservado para la élite de la ciudad.
Claudius ya la estaba esperando. —Puntual como siempre —comentó con una sonrisa—. ¿Comemos primero o vamos directamente al grano?
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—Sáltate los cumplidos —respondió Maia, con tono frío y sereno.
«Como era de esperar: eficiente y directa». Claudius asintió con la cabeza. «Muy bien. Iré al grano. Una amiga íntima mía va a cumplir años y quiero que compongas una canción. Algo que capture lo que siento por ella». Entrelazó los dedos sobre la mesa y su expresión se volvió seria de repente.
Maia vestía un vestido azul pálido que fluía suavemente. El suave balanceo de su silueta y la concentración serena de su mirada le conferían un aire de gracia tranquila y un encanto intangible.
Ella ladeó ligeramente la cabeza. —¿Y cuáles son exactamente esos sentimientos que quieres transmitir? —Su tono era profesional, pero había un matiz de dureza en su pregunta. Ella nunca componía a ciegas: cada emoción tenía que ser específica, precisa.
Claudius dudó y luego sonrió levemente. «Admiración».
Ella entrecerró ligeramente los ojos. —¿Tu amiga sabe cómo te…
Las comisuras de sus labios se crisparon. —Por desgracia, no. Es un amor no correspondido.
Maia asintió lentamente, asimilando el peso de las palabras. Sacó su teléfono, escribió una nota rápida y levantó la vista. —¿Para cuándo necesitas la canción?
Claudius parpadeó, desconcertado por un instante. Sentado frente a ella, tan cerca, se distrajo con todo: la suave fragancia floral que la envolvía, la forma en que movía los dedos con determinación, la tranquila confianza que irradiaba. Era la primera vez que estaba a solas con ella y se sentía… desarmado.
—¿Señor Cooper? —le interrumpió Maia, con una voz que atravesó sus pensamientos—. ¿La fecha límite?
Se aclaró la garganta y se ajustó los puños, como si eso fuera a ayudarle a tranquilizarse.
—Mañana, si es posible.
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