Resurgiendo de las cenizas - Capítulo 51
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Capítulo 51:
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El aire de la habitación se volvió denso por la tensión. Sandra y Richard intercambiaron miradas desconcertadas, con evidente confusión. Jarrod, tomado por sorpresa, dudó.
Quería decir algo, pero el recuerdo de Maia bebiéndose sin esfuerzo una botella entera de whisky la noche anterior en el Starlight Bar lo detuvo. Optó por guardar silencio.
Aun así, como hermano de Maia, era lógico que se preocupara por su salud. Pero no podía evitar preguntarse por qué Vince estaba involucrado en todo esto.
¿Acaso Vince había olvidado que ya no tenía nada que ver con Maia? La mujer con la que iba a casarse era Rosanna.
La expresión de Rosanna se agrió y apretó con fuerza el vaso. Sus dedos se cerraron alrededor de la copa de vino mientras forzaba un tono de disculpa. —¿En serio? No sabía que Maia no podía beber —respondió, esforzándose por sonreír.
Dejó la copa con delicadeza y apretó los labios mientras miraba a Vince. —Parece que la conoces mejor que yo, Vince. Debo de haberme equivocado.
Sandra, percibiendo la incomodidad, intervino rápidamente. —Oh, cariño, eso es agua pasada. Vince te quiere más que a nada en el mundo. Fíjate en los regalos que te trajo ayer, valen casi cien mil dólares. Es un amor con el que otras solo pueden soñar.
El tono de Sandra pretendía tranquilizar a Rosanna, pero era más bien una muestra de superioridad hacia Maia.
Después de todo, Maia había perseguido a Vince con fervor, pero él ni siquiera la había mirado. No le había dado ni un solo regalo.
Pero ahora, Rosanna estaba colmada de lujos, y Sandra estaba ansiosa por presumir de ello. Sandra esperaba que Maia se diera cuenta de que Vince ahora era de Rosanna. Todo lo que Maia tenía que hacer era dar su bendición y apartarse.
La diversión de Maia solo aumentó al oír las palabras de Sandra. Dirigió la mirada a Vince, que estaba junto a Rosanna, y arqueó una ceja en señal de sorpresa fingida. —Vaya, ¿casi cien mil en regalos? Vince, eres muy generoso.
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La mirada de Vince se oscureció y apretó la mano a un lado, delatando su incomodidad. Entendía lo que Maia insinuaba. Ayer mismo le había enviado un brazalete de cuatrocientos mil dólares, que ella había rechazado de plano.
Aclarando la garganta, respondió con tono tranquilo: —Señora Morgan, es usted muy amable. Rosanna es mi futura esposa, es lo menos que puedo hacer.
Al oír esto, el rostro de Sandra se iluminó de alegría. —Bueno, ¿qué te parece lo que te he comentado antes? ¿No deberían empezar pronto a hacer planes para la fiesta de compromiso y la boda?
Vince asintió con la cabeza. —Tienes toda la razón, Sandra.
Al oírlo, Rosanna se iluminó y su rostro se llenó de una amplia sonrisa.
Entonces, sin previo aviso, Vince dirigió su atención a Maia. «Maia, ¿qué opinas? ¿Tienes algún consejo para mí?».
Ella no había prestado atención en absoluto. En su mente, Vince era un capítulo que había terminado hacía cuatro años y que nunca mereció la pena reabrir. Los planes que él tuviera con Rosanna no eran asunto de Maia.
En ese momento, lo único que le importaba a Maia era averiguar cómo conseguir que Rosanna le contara la verdad sobre el brazalete de Vicki.
La pregunta repentina de Vince la sobresaltó. Entrecerró los ojos, confundida por el cambio.
A su alrededor, toda la familia Morgan permanecía sentada en un silencio atónito.
La sonrisa de Rosanna se desvaneció en un instante. Ella era con quien él se iba a casar, así que ¿por qué demonios le pedía a Maia su opinión sobre su boda? Entonces lo comprendió: Vince había estado observando a Maia durante toda la cena. Recordó cómo le había impedido brindar por Maia poco antes.
¿Vince seguía aferrado a lo que fuera que tenía con Maia?
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