Resurgiendo de las cenizas - Capítulo 495
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Capítulo 495
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Maia se quedó sin habla, las palabras la abandonaron por completo. Este Maxwell, un hombre cuya sombra se cernía sobre el mercado negro, ¿qué absurda actuación estaba montando ahora ante ella? Chris mantuvo su expresión impasible, aunque el filo letal de su mirada se suavizó casi imperceptiblemente.
Al ver el cambio en la expresión de Chris, Maxwell respiró aliviado y se volvió hacia Marisa, reprendiéndola en voz baja con tono severo. —Si te atreves a decir otra vez semejante disparate, ¡olvídate de tu mesada!
Marisa frunció los labios en un gesto desafiante y le respondió: —Si no te gusta Maia, ¿por qué te pones tan nervioso?
Maxwell se quedó en silencio, sin saber qué decir. Lanzó una mirada furtiva a Chris y maldijo para sus adentros mientras murmuraba con los labios apenas moviéndose: «Solo… estoy preocupado por otra persona».
Marisa frunció el ceño, confundida. —¿Qué?
«¡Nada, nada!», interrumpió apresuradamente Maxwell. «Por favor, deja de hablar».
Con otro puchero petulante, Marisa cedió, reacia a poner en peligro su apoyo financiero.
Además, ver a Maxwell reducido a suplicar le despertó un destello de piedad, suficiente para concederle ese pequeño resto de dignidad.
En el tenso silencio que siguió, la mirada calculadora de Claudio se posó en Maxwell, y su voz cortó el aire con fría precisión. —¿Y quién es este?
Maxwell se rascó la cabeza y esbozó una sonrisa avergonzada mientras adoptaba un aire de humildad exagerada. —Solo soy un don nadie, no mereces que te mencione —murmuró con voz llena de falsa modestia.
Despreciando a Maxwell con una mirada fugaz, Claudio volvió su atención a Chris, mientras una idea calculada se formaba tras su fachada impasible. ¡Tenía tantos rivales en el amor! Sin embargo, la fortuna le sonreía: no eran más que jugadores insignificantes en su gran juego. Cada competidor resultaba más insignificante que el anterior, ninguno poseía la estatura necesaria para desafiarlo de manera significativa.
Esta constatación suavizó los rasgos duros del rostro de Claudio, derritiendo el hielo de su actitud anterior. Retirando su mirada penetrante, recuperó su encanto cultivado y esbozó una sonrisa mientras se dirigía directamente a Maia. —Señorita Watson, la victoria de Ethan en el campeonato ha sido realmente reveladora. Pocas veces he visto tanto talento innato y genio natural en alguien tan joven. Su potencial es e , extraordinario. Me gustaría invitarlo personalmente a unirse a Ark Technology. Estamos dispuestos a invertir todos los recursos a nuestro alcance para desarrollar sus habilidades y lanzarlo como la próxima estrella de los deportes electrónicos».
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Al terminar de hablar, se percibía un fuego inconfundible detrás de las palabras de Claudius, cuya ambición y determinación se hacían evidentes bajo su pulida apariencia.
Marisa contuvo una risa, apretando los labios mientras pensaba para sí misma que este hombre superaba incluso a su hermano, tan hábil con las palabras, a la hora de hacer promesas elaboradas.
A su alrededor, los espectadores intercambiaban miradas atónitas, algunos parpadeando con incredulidad ante lo que estaban oyendo. No se trataba de una oferta cualquiera: era Ark Technology, con el propio heredero de Cooper extendiendo la invitación. Oportunidades como esa no se presentaban todos los días, y mucho menos se rechazaban.
Aceptar significaría mucho más que el éxito; abriría las puertas a un futuro en el que las preocupaciones económicas serían un recuerdo lejano.
Maia se volvió hacia Ethan, su mirada se suavizó y le preguntó con delicadeza: «Ethan, ¿qué opinas? ¿Te gustaría dejar tus estudios para convertirte en jugador profesional, en una estrella de los deportes electrónicos o…?»
Ethan apretó los puños y bajó la cabeza mientras luchaba con la decisión. Tras un momento de sincera reflexión, levantó la vista y habló con tranquila convicción. «Sigo queriendo… continuar mis estudios».
Una sutil sonrisa se dibujó en los labios de Maia mientras una expresión de alivio cruzaba su rostro. Se volvió hacia Claudius, con un tono cortés pero firme. «Gracias por su generosa oferta, señor Cooper», dijo. «Pero Ethan aún es joven. Su educación es lo primero, y ha dejado claro que prefiere seguir estudiando».
La cortés negativa hizo que la sonrisa de Claudius se congelara, y la calidez desapareció de su expresión. Sus intereses estaban divididos: estaba genuinamente impresionado por el notable talento de Ethan, pero igualmente atraído por la oportunidad que le ofrecía de entrar en la vida de Maia. El rechazo amenazaba ambos objetivos.
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