Resurgiendo de las cenizas - Capítulo 494
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Capítulo 494
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Volviéndose hacia Maia, Claudio ladeó la cabeza y preguntó con inocencia calculada: «Por casualidad, vosotros dos no estaréis… juntos, ¿verdad?».
En cuanto las palabras salieron de la boca de Claudio, Ethan abrió los ojos como platos, sorprendido, y su compostura se rompió como hielo fino.
Maia respondió a la pregunta indiscreta de Claudio con serenidad, con una voz tan tranquila como el agua. «Chris es solo un amigo. Nuestros caminos se han cruzado por casualidad hoy».
Una sutil sonrisa se dibujó en el rostro esculpido de Claudio, que apenas podía contener su diversión. «Vaya, qué encuentro tan fortuito».
Su sonrisa se desvaneció lentamente y entrecerró los ojos con aire calculador mientras volvía a centrar su atención en Maia. —Supongo que es muy improbable que una chica tan extraordinaria como tú se enamore de alguien como mi primo, un hombre que considera la vida como su patio de recreo personal y va de una diversión a otra sin una pizca de sinceridad.
La expresión de Ethan se transformó en un instante, y la calidez se cristalizó en un frío desprecio. ¿Así que Chris no era más que un playboy ocioso? ¿Cómo había podido Maia acercarse a un hombre así?
La revelación de Claudius despertó un feroz instinto protector en Ethan, que dio un paso adelante, acercó a Maia hacia sí y clavó en Chris una mirada gélida.
Su recelo inicial se había transformado en algo más fuerte: puro desdén. La buena apariencia no significaba nada si Chris solo estaba jugando con los sentimientos de su hermana. ¡Maia no se enamoraría de alguien así!
Ethan se prometió en silencio que no permitiría que Maia se enamorara de un mujeriego como él. Si había algo entre ellos, encontraría la manera de acabar con ello. En comparación con Chris, «JusticeBlaze» era mucho más fiable.
Chris entrecerró los ojos peligrosamente y su voz se enfrió al dirigirse a Claudius. —Que la señorita Watson se enamore de alguien es decisión suya. Claudius, ¿no estás hablando fuera de lugar como alguien ajeno a la situación?
Las palabras de Chris tocaron una fibra sensible, haciendo que las venas de la frente de Claudius palpitara visiblemente bajo la piel. ¿Un extraño? ¿En serio? ¿Por qué hablaba Chris como si él y Maia fueran tan íntimos? ¡Qué descaro!
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Claudius clavó en Chris una mirada penetrante, conteniendo a duras penas la furia que bullía bajo su aparente compostura. El aire entre ellos crepitaba de tensión, con corrientes invisibles de hostilidad fluyendo en ambos sentidos.
Maia se sintió atrapada en el fuego cruzado de su batalla silenciosa, y una sensación de impotencia la invadió mientras se preparaba para intervenir y calmar los ánimos.
Antes de que pudiera hablar, la voz de Marisa rompió la tensión como un trueno. —¡Maia!
Todas las cabezas se giraron al unísono.
Marisa se acercó, arrastrando a un Maxwell completamente desconcertado detrás de ella. Se detuvo dramáticamente ante el grupo y anunció con sorprendente claridad: «¡Maxwell está enamorado de ti! ¡Dale una oportunidad!».
Su declaración fue seguida de un silencio tan absoluto que parecía haber engullido todos los sonidos.
Era tan profundo que se podía oír caer un alfiler al suelo.
La audaz declaración de Marisa golpeó la sala como un rayo, dejando a Maia, Chris, Claudius, Ethan e incluso a Maxwell paralizados en un silencio atónito.
La mirada de Chris se posó en Maxwell con una intensidad glacial, las cejas fruncidas en una línea severa y los ojos tan penetrantes que parecían capaces de atravesar la piedra. El peso de esa mirada era tan intenso como el filo de una navaja.
Bañado en un sudor frío, Maxwell sintió que las paredes se cerraban sobre él. Se apresuró a defenderse, con la voz quebrada mientras protestaba: «Vamos, Marisa, ¿qué tonterías estás diciendo?».
Se le hizo un nudo en la garganta al tragar saliva y lanzó una mirada nerviosa a Chris antes de levantar dos dedos temblorosos hacia el cielo en un juramento desesperado. —¡Lo juro por los cielos, no albergo ningún pensamiento indecente hacia Maia!
Desesperado por salvar su pellejo, redobló sus esfuerzos con renovado fervor. «¡Absolutamente ninguno!».
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