Resurgiendo de las cenizas - Capítulo 484
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Capítulo 484
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Melanie, por su parte, luchaba por mantener la compostura. Su sonrisa era forzada y se agarraba con fuerza a la ropa. Lanzó una mirada de reojo a Marisa, con los labios temblando por el resentimiento que no expresaba. ¿Por qué demonios parecía tan relajada? Ella había perdido contra Marisa, pero Marisa también había perdido contra Ethan. Entonces, ¿qué le daba derecho a Marisa a comportarse como si fuera la dueña del lugar?
Melanie apretó los dientes y se inclinó hacia ella. —Pensaba que eras una especie de prodigio —siseó—. Y sin embargo, ni siquiera has podido ganar a un empollón como Ethan.
Marisa parpadeó perezosamente y giró la cabeza, lenta y deliberadamente. —Oh, ¿todavía estás aquí? —dijo con tono burlón—. Vaya, puntos por tu persistencia. Pero no te olvides de nuestra pequeña apuesta más tarde.
Alargó la última palabra como si fuera una cinta, burlona, juguetona, peligrosa.
Melanie se sonrojó. —¡Tú!
Ethan percibió la tensión y se sintió incómodo al instante. ¿Acababa de empeorar las cosas para ella? Le susurró a modo de disculpa: «Lo siento…».
La expresión de Marisa cambió: se volvió hacia él con un ligero ceño fruncido. —¿Por qué te disculpas? No has hecho nada.
«¿Crees que soy frágil o algo así?». Tras una breve pausa, añadió: «No soy como algunas personas que se echan a llorar cuando pierden».
Ethan abrió la boca, dispuesto a explicarse, pero se quedó paralizado cuando Melanie estalló de repente a su lado.
Melanie espetó con voz temblorosa: «¿De quién estás hablando?».
Marisa ni siquiera se molestó en mirar atrás. —Quien se lo tome como algo personal —dijo con una sonrisa burlona—, ese es quien.
El presentador soltó una risa nerviosa, con gotas de sudor formándose en la sien. Genial. En directo y todavía estaban peleándose. Intervino rápidamente, alzando la voz para recuperar el control. «¡Ah, sí! ¡Nuestros finalistas están claramente apasionados y motivados! ¡Ahora, procedamos a la ceremonia de entrega de premios!».
La tensión comenzó a disminuir cuando el personal del evento se acercó con los pulidos trofeos. Primero, el bronce para Melanie y el plata para Marisa.
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Los representantes de los patrocinadores y del comité organizador entregaron los relucientes premios bajo las deslumbrantes luces del escenario, mientras el público aplaudía y vitoreaba de nuevo.
Pero en el escenario, las reacciones no podían ser más diferentes: Melanie permanecía con el rostro rígido como una piedra, mientras que Marisa estaba de pie con naturalidad, con la piruleta todavía en la boca, como si fuera un martes cualquiera.
«Y ahora…», dijo el presentador con voz llena de expectación. «¡Presentamos el premio al campeón!». Extendió un brazo hacia un lado del escenario. «El invitado de honor que entregará nuestro gran premio: ¡el estimado director general de Cooper Mining Co., el Sr. Claudius Cooper!».
En cuanto se escuchó el anuncio, la sala contuvo el aliento durante un instante y luego estalló en un frenesí.
«¿Claudius? ¿El heredero del Grupo Cooper?».
«¡No puede ser, ¿ha venido en persona?».
«Dios mío, nunca pensé que lo vería en un lugar como este».
Claudius había llegado mucho antes del alboroto. Estaba entre bastidores, con los brazos cruzados y una postura relajada, observando en silencio la impecable actuación de Ethan en la final. Una chispa de satisfacción apareció en sus ojos. Su próxima plataforma de deportes electrónicos necesitaba un líder, alguien capaz de cautivar tanto a las pantallas como a los estadios. Ethan encajaba como un guante hecho a medida.
Al salir a entregar el premio al campeón, Claudius estaba enviando un mensaje claro: este proyecto era importante. Y hoy estaba allí por algo más que una ceremonia. Estaba allí para fichar a Ethan.
El ambiente en el recinto bullía de expectación cuando subió al escenario.
Altivo y sereno, Claudius destacaba con su elegante traje negro. La tela se ceñía a su cuerpo lo justo para sugerir poder, y la impecable sastrería resaltaba la línea marcada de su mandíbula.
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