Resurgiendo de las cenizas - Capítulo 483
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Capítulo 483
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Su corazón seguía latiendo como un tambor de guerra. Ese último disparo, tan rápido como un rayo, había salido de la nada. Ethan había convertido su ambición en una trampa y le había dado la vuelta a la batalla. Nunca imaginó que alguien pudiera ver el juego tan profundamente como ella.
Teniendo en cuenta que solo hacía una semana que le había instalado el juego a Ethan, sus habilidades divinas y su extraordinario conocimiento del juego eran asombrosos. ¿Cómo demonios lo había conseguido?
La mirada de Marisa hacia Ethan había cambiado.
No era el chico tímido y de voz suave que había imaginado. Bajo ese exterior tranquilo había un fuego innegable, un desafío. Como un lobo joven que se yergue por primera vez, decidido a mostrar sus colmillos al mundo.
Una pequeña sonrisa se dibujó en sus labios. La sorprendió ese destello de admiración que sentía por él.
Frente a ella, Ethan también se quitó los auriculares y miró a Marisa a los ojos con una sonrisa radiante, como el sol cálido. —Gracias por el partido —dijo.
Las mejillas de Marisa se sonrojaron antes de que pudiera evitarlo. No entendía por qué reaccionaba así.
Respiró hondo, tratando de calmar los latidos de su corazón, y luego se levantó y se acercó a él. Sin mirarlo a los ojos, sacó una piruleta del bolsillo de su chaqueta y se la ofreció. «Toma. Es tu premio por ganar el campeonato».
Ethan la aceptó al instante, casi demasiado rápido, y la observó mientras ella le daba la espalda con indiferencia y volvía a su asiento, como si nada hubiera pasado.
¿Pero su pandilla? Estaban enloqueciendo.
«Un momento. ¿Le acaba de dar una de sus piruletas? Las guarda como si fueran un tesoro, ¡nadie las consigue! ¡Nadie!».
«Oye, ¿Marisa se está enamorando de este tío?».
«Tranquilos. Quizá solo le está invitando a unirse a nosotros, a convertirse en uno de sus seguidores».
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En ese momento, el presentador subió al escenario con paso firme y la voz llena de emoción. «Y ahora, el campeón del primer torneo nacional Genius: ¡Ethan Watson!».
Un estruendoso aplauso y vítores estallaron en todos los rincones del salón.
Mientras tanto, el teléfono de Chris vibró. Un nuevo mensaje iluminó la pantalla.
Era de Winters.
Chris miró hacia abajo, abrió la aplicación y allí estaba. «¡Lo conseguí! ¡Soy el campeón!».
Chris se sorprendió un poco, pero luego una suave sonrisa se dibujó en su rostro. Levantó la vista hacia el escenario, donde el joven, tímido bajo los focos, era aclamado por miles de personas.
También le sorprendió que su amigo virtual «Winters» resultara ser su cuñado.
Todas aquellas charlas, las bromas ingeniosas, las frustraciones compartidas sobre el entrenamiento. Ahora todo tenía sentido.
Así que esa hermana de la que Winters siempre hablaba… era Maia.
Chris giró la cabeza. Maia estaba sentada unas filas más adelante, conteniendo a duras penas su alegría. Sus ojos brillaban de orgullo. Chris sonrió suavemente. No era de extrañar que hubieran congeniado tan fácilmente; el buen gusto debía de ser cosa de familia. Sin perder el ritmo, envió un mensaje a su asistente. «Que alguien lleve el regalo al lugar del torneo, para Ethan Watson».
En el escenario, los focos iluminaron a los tres finalistas. El público rugió con renovados aplausos, y una ola de energía inundó la sala.
La voz del presentador se elevó por encima del ruido, temblorosa por la emoción. «¡Un aplauso más para nuestros tres mejores jugadores!». Ethan se situó en el centro del escenario, flanqueado por Marisa y Melanie. Los fotógrafos se empujaban para conseguir el mejor ángulo mientras los flashes destellaban como luces estroboscópicas. El momento histórico quedó inmortalizado, fotograma a fotograma.
Ethan se mantuvo rígido, tratando de parecer sereno mientras se inclinaba ante el público. A su lado, Marisa parecía imperturbable, con las manos en los bolsillos y el pirulí ya entre los labios.
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