Resurgiendo de las cenizas - Capítulo 478
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Capítulo 478
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Marisa quería que la tierra se la tragara. Se sentía como si acabara de ser ejecutada públicamente por la vergüenza. La gente cercana miraba a Maxwell, dividida entre la vergüenza ajena y la lástima genuina por Marisa.
Los alumnos del programa preparatorio de élite se quedaron sin habla, con la boca abierta.
«¿Quién es este tipo? Está exagerando mucho, ¡me hace sentir incómodo por Marisa!».
«Ni idea. Nunca había oído a Marisa hablar de él. Pero ¿no ha dicho algo sobre su mesada? ¿Quizás sea su padre?».
«No parece tan mayor para eso. La verdad es que es bastante guapo. ¿Quizás sea su hermano mayor?».
Mientras tanto, Maxwell seguía sin darse cuenta de las miradas incómodas que le lanzaban. Estaba totalmente concentrado, animando a su hermana con todas sus fuerzas, con todo su corazón y toda su alma.
Las ruidosas payasadas de Maxwell hicieron que el presentador se estremeciera, y solo pudo esbozar una sonrisa incómoda mientras decía: «Les recordamos a los amigos y familiares que mantengan el ruido al mínimo durante los partidos».
Pero a Maxwell no parecía importarle lo más mínimo. Estaba decidido a que su hermana destacara ese día. Había movido algunos hilos para conseguir que su llamativo coche deportivo entrara en el recinto del evento.
Entre la multitud, Chris frunció el ceño al principio, pero luego una risa renuente se le escapó por los labios. A su lado, Maia tenía una expresión pensativa, observando a Maxwell por detrás con los ojos entrecerrados. Le parecía haberlo visto antes en algún sitio.
Melanie no pudo evitar reírse al ver la escena.
—¿Era realmente necesario? —se burló Melanie abiertamente de Marisa—. ¿Tanto alboroto por un concurso insignificante? Esto es exagerado. Imagínate lo humillante que sería si la persona del cartel acabara perdiendo. ¿No te parece, Marisa?
Marisa miró a su hermano, que seguía saltando y gritando por ella, luego suspiró profundamente y puso los ojos en blanco. Bueno, decidió dejarlo pasar. Mientras Maxwell se divirtiera, no quería preocuparse demasiado.
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Al instante siguiente, Marisa se sacó la piruleta de la boca, la envolvió en papel y la apartó a un lado. Su rostro se puso muy serio de repente.
Su actitud cambió en un instante. Sus ojos se volvieron fríos mientras decía: «Solo los débiles se quejan. Los fuertes dejan que sus habilidades hablen por sí mismas».
Con eso, Marisa se puso los auriculares, miró a Melanie con aire desafiante y levantó una ceja.
Melanie resopló. «Sigue fingiendo. ¡Me encargaré de que pronto pruebes la verdadera derrota!».
Marisa se tocó los auriculares y articuló con los labios: «¿Qué? Lo siento, no oigo nada».
Eso realmente molestó a Melanie. Apretó los puños con fuerza, asegurándose de no mirar en dirección a Marisa. Se puso sus propios auriculares y se obligó a concentrarse.
La voz del locutor retumbó en el estadio. «¡Las semifinales han comenzado oficialmente!».
Los alumnos del programa preparatorio de élite se pusieron en pie y gritaron hasta quedarse afónicos, animando a su campeona.
Maxwell lo dio todo, gritando a pleno pulmón, y su energía provocó un rugido enorme entre la multitud.
En la pantalla gigante sobre el escenario, Marisa se adelantó rápidamente. Su profundo conocimiento del juego y sus movimientos ingeniosos presionaron a Melanie como nunca antes.
En persona, Marisa ya era conocida por ser franca y feroz. Dentro del juego, sus inteligentes estrategias y su presión incesante casi llevaron a Melanie al límite.
«¡Marisa, eres la peor!», gritó Melanie, sin aliento, mientras el sudor le corría por la cara.
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