Resurgiendo de las cenizas - Capítulo 47
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Capítulo 47:
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Solo entonces se dio cuenta de que su pulso latía con fuerza en sus oídos. «¿Qué quiere decir con que vaya a verle?», murmuró entre dientes. «¿Ha dicho que no me decepcionará? ¿Qué es esto, una frase de una comedia romántica?».
Tragó saliva con dificultad, pero su mente la traicionó, pintando una vívida imagen del físico de Chris: hombros anchos, pecho firme y cintura estrecha… Incluso bajo las capas de tela, su silueta era distractora…
Si se quitara la camisa…
Maia sacudió la cabeza, desconcertada por el rumbo que estaban tomando sus pensamientos. ¿Era el vino el que nublaba su juicio o era el tono juguetón de él lo que la había llevado a ese estado de confusión?
Se dio unas palmadas en las mejillas para refrescarse y luego se inclinó sobre el lavabo para echarse agua fría en la cara. Cuando salió, el salón estaba vacío. Chris ya debía de haberse acostado.
Una extraña sensación de vacío le oprimía el pecho, algo que no podía explicar.
Al día siguiente, Rosanna entró en el comedor, estirando los brazos por encima de la cabeza mientras bostezaba ampliamente. Sin clases ni recados que le preocuparan, era una mañana tranquila y poco habitual. Recordó las palabras de Sandra del día anterior, sobre casarse con Vince, y una sonrisa tranquila se dibujó en su rostro.
—¿Qué te hace sonreír tan temprano? —La voz de Jarrod llegó desde detrás de ella.
Sobresaltada, Rosanna se volvió. —¿Jarrod? ¿Has vuelto?
Jarrod solía quedarse en su casa, en el centro. Cuando Maia aún vivía allí, apenas pisaba la finca Morgan. Pero desde que Rosanna había regresado, sus visitas se habían vuelto frecuentes. Ella se había acostado temprano, pensando que no aparecería.
Jarrod respondió con un «sí» indiferente y sacó una silla antes de sentarse.
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Rosanna se sentó frente a él. Cuando lo vio frotarse las sienes y parecer vagamente desorientado, la preocupación se apoderó de su voz. —¿Estás bien, Jarrod?
En ese momento, Tricia se acercó con los platos.
Antes de que Jarrod pudiera responder, Tricia intervino: «Anoche bebió demasiado. ¡Llegó a casa murmurando el nombre de Maia sin parar!».
La expresión de Rosanna pasó de suave a severa.
Jarrod le lanzó una mirada asesina a Tricia. Ella se tapó la boca con la mano y se retiró rápidamente.
La voz de Rosanna se volvió gélida. —¿Maia? ¿Por qué hablabas de ella?
Jarrod apenas recordaba la noche, solo algunos fragmentos borrosos por el alcohol. Tomó un cucharada de avena y murmuró: «Me la encontré en el Starlight Bar. No tengo ni idea de lo que le dije. Me sacó de quicio».
Rosanna entrecerró los ojos. —¿Qué hacía ella allí?
Ella nunca había puesto un pie en el Starlight, pero todo el mundo en Wront sabía que era uno de los bares más elegantes de la zona.
Jarrod se encogió de hombros sin inmutarse. «Probablemente estaba sin blanca. Parecía que estaba allí cantando para conseguir propinas».
Rosanna frunció el ceño. ¿No se suponía que Maia salía con un tipo rico? ¿Por qué demonios acabaría actuando en el Starlight Bar?
Aun así, en lugar de llamarla la atención, Rosanna ladeó la cabeza con interés y preguntó: «¿Cuánto crees que se puede ganar actuando allí solo una noche?».
Jarrod soltó una risa seca y sin humor. —¿Con su talento? Quizás cinco mil, como mucho.
«Cinco mil no está nada mal». Rosanna se inclinó hacia delante y le dedicó una sonrisa pícara. «Entonces, si actuara allí una noche, ¿cuánto crees que ganaría?».
Un recuerdo le vino a la mente: la voz suave y refinada de Maia flotando entre el ruido de la noche anterior. Jarrod miró a Rosanna y, con un destello de incomodidad, dijo: «Es difícil precisar una cifra, pero sin duda estás un paso por encima de Maia».
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