Resurgiendo de las cenizas - Capítulo 447
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Capítulo 447
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Marisa levantó un pie sobre la viga debajo del escritorio de Ethan, inclinándose hacia él con una chispa traviesa en los ojos.
Ethan, tomado por sorpresa, retrocedió rápidamente. «¿Qué está pasando?».
Marisa sonrió. No era de las que se metían con los demás por diversión. No era como Melanie, una de esas chicas ricas que se aprovechaban de su estatus para dar órdenes a los demás.
«¿De verdad te tomas tan en serio todo lo que dice tu hermana? ¿Nunca te ha dicho que no juegues?». Antes de que Ethan pudiera responder, los ojos de Marisa brillaron con picardía. «Ya que le tienes tanto cariño, ¿por qué no me cuentas más cosas sobre ella? ¿Es una controladora total, como esos padres sobreprotectores? ¿Y cómo consiguió que te metiera en la clase uno?». Bajó la voz al final de la pregunta, asegurándose de que solo Ethan pudiera oírla.
En ese momento, el aire alrededor de Ethan y Marisa se quedó completamente quieto. Los demás estudiantes se habían dispersado en cuanto vieron a Marisa dirigirse hacia ellos.
Ethan miró a los ojos brillantes y curiosos de Marisa, sintiéndose completamente fuera de su elemento.
Marisa se inclinó hacia él, con la piruleta en la mano, y le provocó: —¿Qué, no te dejan hablar de eso? Vale, nueva pregunta. ¿Qué pasa entre tu hermana y el padre de Melanie? He oído que Melanie va a tener una madrastra. Es tu hermana, ¿verdad?
Marisa llevaba días muerta de curiosidad. Como miembro de la élite de la familia Payne de Drakmire, estaba rodeada de gente de las familias más ricas de la ciudad. Algunos de ellos incluso habían asistido a la gala del Grupo Cooper. Naturalmente, Marisa siempre estaba al tanto de los últimos cotilleos.
Aunque el drama en el que Maia había avergonzado a Mariana había quedado en agua de san Juan, los chats grupales de Marisa explotaban con rumores tan pronto como surgía cualquier escándalo.
Cuando Marisa vio por primera vez a sus amigas hablando de Maia y Hurst, se quedó boquiabierta. Era algo totalmente inesperado.
Algo tenía sentido, pero había algo que no encajaba, algo que Marisa no conseguía identificar.
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Ese día, Marisa había visto con sus propios ojos que el comportamiento de Hurst hacia Maia era extraño. No era exactamente romántico, pero tampoco lo era. Podría haber estado bien oculto.
Mientras tanto, las pupilas de Ethan se dilataron y luego se contrajeron, mientras las palabras de Marisa se repetían una y otra vez en su cabeza.
¿De qué demonios estaba hablando Marisa? ¿De verdad su hermana iba a ser la madrastra de Melanie?
Le costaba comprender lo que Marisa insinuaba.
—¿Qué quieres decir? —preguntó Ethan, con los ojos muy abiertos y el corazón acelerado.
—¿Qué otra cosa podría querer decir? ¡Estoy diciendo que tu hermana y el padre de Melanie están saliendo juntos! —dijo Marisa, volviendo a meterse la piruleta en la boca y mirando a Ethan como si fuera lo más fascinante del mundo.
En su rostro se podía ver claramente una mezcla de sorpresa, confusión y, ahora, ira.
Marisa supuso que Ethan no tenía ni idea de lo que estaba pasando realmente.
—¡No puede ser! —gritó Ethan, con las manos temblorosas por la furia—. ¡Estás mintiendo! ¡Mi hermana no es así!
El grito de Ethan atravesó la sala como un latigazo en el aire, llamando la atención de todos los alumnos, incluida Melanie, que estaba sentada a solo unos pupitres de distancia, paralizada en medio de un giro.
—¿Qué miráis? —espetó Marisa, aplastando su piruleta como si fuera el último resto de su paciencia. Con un gesto desdeñoso, lanzó el palito de caramelo a la papelera que tenía detrás.
«¿Necesitas que te enseñe modales?», desafió, arqueando una ceja con fría confianza, mientras sus ojos escaneaban la clase como un halcón rodeando a su presa.
La expresión de Melanie se tensó. Giró la cabeza, dejando que el silencio le sirviera de escudo.
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