Resurgiendo de las cenizas - Capítulo 421
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Capítulo 421
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Chris hizo una pausa, dejando que sus palabras calaran entre ellos antes de continuar: «No tienes que creerme hoy. Solo dame tiempo. Algún día lo verás por ti misma, no te estaba mintiendo».
«Nunca estaré con otra mujer que no seas tú», declaró de repente, con una convicción que no dejaba lugar a dudas. «Mi corazón, mi cuerpo… todo es tuyo, Maia. Incluso mi primer beso».
Maia parpadeó, momentáneamente atónita. «¿Qué? ¿Tu primer beso?».
Chris estaba definitivamente borracho. Ella miró la botella vacía a su lado. ¿Cuándo se la había bebido? ¿Y qué era esa tontería del «primer beso»?
Como si escuchara su incredulidad silenciosa, Chris dijo: «¿Te olvidaste del día en que me besaste de improviso?».
Los pensamientos de Maia se detuvieron en seco.
De repente, fragmentos de aquella noche volvieron a su mente y el velo que la envolvía se disipó.
Todo quedó claro.
Era la noche en que Vince la había drogado. En su estado confuso y alterado… ¿había besado a Chris?
Maia titubeó. «Esa noche… yo… no estaba en mi sano juicio. No le des demasiada importancia. No quería…».
Pero entonces un pensamiento interrumpió su divagación. Levantó la vista, con los ojos muy abiertos. «Espera. ¿Estás diciendo que ese fue realmente tu primer beso?».
Chris entrecerró los ojos, con una sonrisa pícara en los labios. —¿Dudas de mí? ¿Quieres que te lo demuestre?
Ese brillo juguetón en su rostro perfectamente cincelado era una guerra injusta.
Las palmas de Maia comenzaron a sudar, traicionando su aparente calma.
Antes de que pudiera retroceder, Chris se inclinó hacia ella, rozándole la oreja con el aliento y provocándole un escalofrío que le recorrió la espalda. —También era tu primera vez, ¿verdad? —le susurró.
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Maia contuvo el aliento. Sus pequeñas orejas se sonrojaron, como si su cuerpo traicionara los secretos que su boca se negaba a revelar.
¿Cómo podía saberlo?
Una humillante certeza se hizo evidente.
¿Estaba él… cuestionando su habilidad para besar?
Claro, había sido su primer beso, pero en ese momento estaba completamente fuera de sí. ¿Cómo podía contar eso?
Una inexplicable chispa de competitividad se encendió en su pecho. Levantó la barbilla y miró a Chris directamente a los ojos, con una mirada desafiante.
El aire entre ellos se espesó, volviéndose casi tan denso que se podía cortar con un cuchillo. Puede que el vino no la hubiera embriagado, pero aquel momento sí que lo había hecho.
Chris siempre había sido él quien jugaba con ella, pero esta vez no. Esta vez, ella no iba a retroceder.
Después de todo, ya no era su primer beso. ¿Qué había que temer? Y, para ser sincera, ¿besar a un hombre tan guapo como Chris? No era precisamente una tragedia.
Con el corazón latiéndole con fuerza contra el pecho, Maia rodeó con audacia el cuello fuerte de Chris y sonrió con aire burlón. —Está bien, resolvamos esto. Estoy dispuesta a apostar a que beso mejor que tú.
Antes de que Chris pudiera articular palabra, sus labios se posaron sobre los de él, suaves, cálidos y atrevidos. Maia tomó la iniciativa.
Chris se quedó paralizado, con la sorpresa reflejada en sus ojos mientras sus pupilas se encogían. Su repentina confianza era como un tesoro escondido que no esperaba encontrar, y que despertó algo muy profundo en su interior.
Justo cuando estaba a punto de acercarla a él y devolverle el beso con fervor, Maia lo empujó, con un brillo pícaro en los ojos.
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