Resurgiendo de las cenizas - Capítulo 420
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Capítulo 420
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Esa noche en el bar, si no lo hubiera reclamado audazmente como suyo delante de aquella mujer, ¿quién sabe adónde habría ido o con quién se habría ido?
Maia había bebido bastante esa noche. Mientras sus pensamientos divagaban, se bebió el vaso de un trago. Una extraña ira surgió en su interior, burbujeando por razones que no podía nombrar.
Sin decir nada, Chris le volvió a llenar el vaso.
A esas alturas, Chris estaba un poco achispado, con el rostro ruborizado y un sutil atisbo de vulnerabilidad en sus rasgos.
—Maia —dijo con voz más suave—, ¿sabes lo que siempre he querido? Solo una vida normal. Eso es todo. Nunca pedí verme envuelto en todas estas disputas familiares. Para mí, ser el heredero de un imperio multimillonario no es más que ser un títere, movido por la codicia y la ambición.
Entonces, como llevado por un impulso, Chris tomó la mano de Maia y esbozó una sonrisa que transmitía calidez y seriedad a la vez. —Por eso acepté casarme contigo. ¡Nunca pensé que acabaría con una esposa tan increíble! La compositora K, la famosa diseñadora de MCN, Eileen, y además una maestra pianista. —Se rió entre dientes, como un hombre que descubre un tesoro donde menos lo esperaba.
«Pero aquí está el problema. Si Kolton se entera de lo nuestro, ¿qué crees que hará?». La sonrisa de Chris se desvaneció cuando una sombra cruzó sus ojos, y su actitud ebria dio paso a un miedo inconfundible y poco habitual.
Maia lo entendió al instante. Si Kolton se enteraba de que Chris tenía a su lado a una compañera tan capaz, su sospecha y hostilidad no harían más que aumentar. Kolton…
No solo iría a por Chris. Iría a por los dos, con toda la furia de un rey amenazado.
No había esperado que revelar su identidad causara aún más problemas a Chris.
Maia levantó la mirada y preguntó con repentina brusquedad: —¿De verdad nunca has traído a una mujer a casa?
Chris se agachó ligeramente, le tomó la mano y la apretó suavemente contra su pecho.
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Su voz se volvió solemne. —Maia, nunca he llevado a ninguna mujer a casa. De hecho… nunca he tocado a una mujer.
«¿Nunca has tocado?». Los dedos de Maia se quedaron inmóviles al sentir el ritmo constante de los latidos de su corazón. Sus mejillas se sonrojaron. «¿Estás seguro?».
Chris pareció recordar algo y añadió: —La mujer del salón de baile del otro día era una espía de Kolton. Solo estaba fingiendo para no levantar sospechas. Nunca crucé la línea.
Las pupilas de Maia se contrajeron.
Si Chris decía la verdad, entonces su actuación había sido magistral, tan convincente que incluso Zoey se lo había creído.
—Entonces, cuando me permitiste declarar que eras mi amante delante de ella, ¿era una táctica para deshacerte de ella como espía? —preguntó Maia, con tono tranquilo pero intrigado.
La expresión de Chris se suavizó mientras miraba a Maia con algo parecido a la admiración. —Exactamente. Y además, me dio una excusa legítima para estar cerca de ti.
Una sonrisa se dibujó en sus labios mientras se inclinaba hacia ella y bajaba la voz en tono burlón. —Y con cómo actuaste entonces, no pude resistirme a seguirte el juego.
Maia no sabía muy bien si Chris seguía actuando o si el alcohol le había soltado la lengua.
Sus pensamientos se arremolinaban como hojas atrapadas por un viento repentino. Su mirada se intensificó, enredada en la incertidumbre. «Todo lo que has dicho tiene mucho sentido, pero aun así… ¿por qué debería creerte?».
Chris no se apresuró a discutir con Maia. En lugar de eso, se agachó lentamente, como si estuviera contemplando el peso de sus palabras. Entendía que la confianza no era algo que se pudiera entregar en bandeja de plata, sino que había que ganársela, poco a poco, latido a latido.
—Maia —comenzó, con voz tranquila pero firme—, sé que ahora mismo te cuesta creer en mi palabra. Pero no me casé contigo por capricho. Te considero mi esposa, de verdad. Nunca traicionaría tu confianza en mí ni rompería lo que poco a poco estamos construyendo.
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