Resurgiendo de las cenizas - Capítulo 412
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Capítulo 412
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Una manipuladora que lucía una frágil sonrisa como si fuera una armadura. Había algo de verdad en el viejo dicho de que las dificultades engendran crueldad. Y con Rosanna, Claudio no podía evitar preguntarse qué tipo de oscuridad escondía bajo esa tierna fachada.
Con estos pensamientos, la expresión de Claudio hacia Rosanna se volvió más fría. Sin embargo, su revelación anterior aún lo sorprendía. Se volvió hacia Maia y le preguntó: «Señorita Watson, ¿es cierto que está casada?».
Maia simplemente asintió, con una afirmación tranquila pero firme.
Los ojos de Claudio se posaron entonces en la mano de Maia, que permanecía entre las delicadas manos de Chris.
En un movimiento rápido, casi reflejo, Maia retiró la mano, rompiendo la íntima conexión.
Rosanna, siempre observadora, vio cómo se desarrollaba la escena con una sonrisa burlona apenas disimulada. —Maia, tu encanto no tiene límites. Ni siquiera los lazos del matrimonio pueden mantener a raya a tus admiradores, ¿verdad?
Claudio ignoró el comentario sarcástico de Rosanna, con una expresión teñida de pesar y curiosidad genuina. Inclinándose ligeramente, preguntó con tono cálido pero con un toque de nostalgia: «Señorita Watson, ¿puedo preguntarle quién es el afortunado que ha tenido el honor de casarse con una mujer tan hermosa y extraordinaria como usted?».
Al oír esto, Chris arqueó las cejas y una chispa de satisfacción iluminó su mirada. Al mismo tiempo, Rosanna apretó los puños a los lados del cuerpo y apretó los dientes con furia silenciosa.
¿Cómo podía Claudius hablar con tanta naturalidad, tan indiferente? ¿No le importaba lo más mínimo?
Maia miró momentáneamente a Chris antes de ofrecer a Claudio una sonrisa suave y educada. —Lamento decepcionarle, señor Cooper —dijo con una risa gentil—. Pero mi marido es un hombre corriente. Prefiere una vida tranquila, lejos de los focos, y no le interesa ser tema de cotilleo.
¿Un hombre corriente?
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Claudius parpadeó incrédulo, y la expresión de satisfacción se desvaneció rápidamente de su rostro. ¿Cómo podía un hombre corriente ofrecer el tipo de vida, el tipo de brillantez, que alguien como Maia merecía?
Un pensamiento lento y peligroso se coló en su mente: ¿significaba eso que aún tenía una oportunidad de conquistar su corazón después de todo?
El ánimo de Claudio, antes decaído, se disparó con una nueva emoción. Por primera vez, se sintió profundamente intrigado por una mujer.
Un pensamiento le pasó por la mente.
A pesar del mal manejo de Mariana de Aurora Apparel Company, que había infligido pérdidas significativas al Grupo Cooper, una conversación reciente insinuaba que Maia ejercía una influencia considerable en MCN. Probablemente era la principal accionista.
Si lograba que Maia se uniera al Grupo Cooper mediante el matrimonio, MCN —y, por consiguiente, Aurora Apparel, adquirida por MCN— volvería a estar bajo el control de Cooper.
Además, el talento de Maia como diseñadora florecería bajo la tutela del Grupo Cooper.
Sus ojos se fijaron en Maia con creciente intensidad.
Rosanna, al observar la atención que Claudius prestaba a Maia, sintió una oleada de envidia. Sus pensamientos se centraron rápidamente en tramar un plan.
Se acercó y, con un tropiezo calculado, se encontró en los brazos de Claudio.
Con los ojos llenos de lágrimas, lo miró con lástima. —Lo siento, señor Cooper. Yo… parece que me he torcido el tobillo y me cuesta caminar. ¿Podría ayudarme a levantarme?
La expresión de Claudio se tornó amarga al instante. Ya le había hecho un gesto de cortesía al sujetarla antes de que cayera al suelo, ¿y ahora le pedía más?
Como distinguido heredero de la familia Cooper, ¿era apropiado que le ofreciera más ayuda?
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