Resurgiendo de las cenizas - Capítulo 371
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Capítulo 371:
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«Neville me juró que enterraría este caso para siempre, y por eso su corazón aún late. Si rompe esa promesa, yo misma acabaré con su vida. Como su protegida más fiel y heredera de sus enseñanzas, pasaré por alto tu interferencia esta vez, pero que quede muy claro». Con esa declaración flotando en el aire, Zoey se alejó sin mirar atrás.
Roland se quedó clavado en el sitio, con el peso de la advertencia de Zoey presionándole como si fuera algo físico.
Años atrás, el Grupo Cooper había enterrado sin piedad el caso, dejando a los implicados muertos o desaparecidos sin dejar rastro. Solo Neville se aferraba a la vida, aunque permanentemente lisiado y condenado al ostracismo.
El caso había perseguido a Neville como un espectro durante todos esos años. Incluso ahora, con la muerte acercándose, la paz le seguía sin llegar, y su último deseo seguía sin cumplirse.
Roland le había jurado a Neville que haría realidad ese deseo y que no volvería hasta conseguirlo.
El recuerdo apretó los puños de Roland hasta que sus nudillos se pusieron blancos.
El champán fluía libremente en la fiesta anual del Grupo Cooper, celebrada en una de sus extensas fincas a las afueras de la ciudad.
Aunque los medios de comunicación apenas mencionaron la reunión, todos los actores importantes del mundo empresarial comprendían el peso que tenía esta fiesta privada.
Chris siempre había evitado estas fiestas tan celebradas a las que otros se peleaban por asistir. En realidad, todo ese espectáculo le resultaba bastante agobiante. En todos los años anteriores, nunca se había molestado en aparecer en ninguna reunión del Grupo Cooper.
Pero hoy, la llamada de Mariana lo cambió todo.
«Chris, el abuelo ha tenido otro episodio. No deja de llamarte por tu nombre. Por favor, ven, tengo miedo… ¡Tengo miedo de que no pase de esta noche!».
«¡Salgo ahora mismo!».
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Cuando Mariana le dijo que su abuelo estaba en la finca donde se celebraba el cóctel de esa noche, Chris lo dejó todo y se apresuró a ir al lugar donde había jurado no volver a poner un pie.
Contempló la clásica finca enclavada al pie de la montaña. La luz se derramaba por todas las ventanas, bañando la grandiosa estructura con un brillo brillante, casi etéreo. Su mirada penetrante se entrecerró al cruzar el umbral.
En el salón principal, Mariana se deslizaba entre la multitud con su vestido hecho a medida, una copa de champán delicadamente equilibrada entre sus dedos manicurados, mientras reía con un grupo de personas de la alta sociedad. Rosanna estaba a su lado, igualmente resplandeciente con su atuendo cuidadosamente seleccionado.
Para esta fiesta, Rosanna no había escatimado en gastos ni esfuerzos. Era su oportunidad de labrarse una reputación entre la élite, tal vez incluso de atraer la atención de algún hombre rico y liberarse por fin del yugo de Vince.
Solo una preocupación empañaba sus ambiciones: su hermano, Jarrod.
Al otro lado del abarrotado salón, los ojos de Rosanna encontraron a su hermano. Jarrod estaba allí como un extraterrestre entre humanos, intentando desesperadamente entablar conversación sin éxito. Solo podía meter las manos en los bolsillos y deambular sin rumbo fijo entre la multitud resplandeciente.
Su indiferencia casual desentonaba con la elegancia cuidadosamente orquestada de la élite reunida. La escena era humillante.
Rosanna apartó la mirada con desdén y dedicó una sonrisa oportuna a las mujeres que la rodeaban.
En ese momento, el teléfono de Mariana sonó. Al mirar la pantalla, su expresión se iluminó al instante. Se disculpó y respondió, dirigiéndose rápidamente hacia la entrada mientras hablaba en voz baja.
Cuando sus ojos se posaron en la imponente figura que se encontraba en la puerta, el rostro de Mariana se transformó con auténtico deleite y se apresuró hacia él.
—¡Chris! —exclamó con voz llena de afecto.
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