Resurgiendo de las cenizas - Capítulo 367
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Capítulo 367:
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Con una oportunidad así, ¿cómo podía resistirse?
Su mano continuó su exploración, deslizándose por los abdominales marcados de Roland hasta llegar a su elegante cinturón negro y dorado. Inclinándose más cerca, con su aliento cálido en su oído, le dijo en voz baja y provocadora: «En cuanto a quién es mejor complaciendo a las mujeres… No conozco la habilidad de ese tipo, pero tú puedes mostrarme la tuya si lo intentamos. ¿Qué tal esta noche?».
Pero justo cuando hablaba, Roland cerró los ojos y se desplomó hacia un lado.
Con un fuerte golpe, cayó sobre la mesa, completamente inconsciente.
El rostro de Pattie se torció con fastidio.
«¿Me estás tomando el pelo? ¿Te quedas dormido en un momento así?», murmuró en voz baja.
Enterrando el rostro entre las manos, dejó escapar un largo suspiro de frustración. Después de recomponerse, sacó el teléfono y llamó a sus guardaespaldas, con voz derrotada. —Traed una camilla. Parece que voy a tener que arrastrar a alguien a casa otra vez.
La luz dorada del sol se colaba por las rendijas de las cortinas del hotel, bañando el rostro de Roland con una suave calidez. Un gemido bajo escapó de sus labios cuando abrió los ojos, con el cráneo a punto de partirse en dos con cada latido de dolor.
Un techo desconocido le dio la bienvenida, el aire delicadamente perfumado con esencia de rosas. ¿Dónde demonios estaba?
Las sienes le latían sin piedad mientras Roland se pellizcaba el puente de la nariz, luchando por reconstruir los fragmentos de recuerdos de la noche anterior. Imágenes borrosas parpadeaban en su mente, en las que se veía bebiendo hasta perder el conocimiento junto a Pattie…
El repentino silbido del agua corriendo en el baño sacudió sus sentidos: ¡alguien se estaba duchando a pocos metros de distancia! ¡Un momento!
Roland se quedó inmóvil, momentáneamente paralizado, antes de incorporarse de un salto y tirar de las sábanas con un movimiento frenético.
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Bajó la mirada y se puso pálido al instante: ¡solo llevaba unos calzoncillos negros! ¿Quién demonios lo había desvestido? ¿Pattie?
Su habitual compostura se desmoronó en un instante. ¿De verdad se había emborrachado y había cruzado los límites con Pattie, precisamente?
Frenéticamente, se envolvió en la manta, envolviéndola con fuerza alrededor de su piel expuesta como un caparazón defensivo. Nunca antes el alcohol había dominado sus sentidos de forma tan completa. Aquella noche devastadora en la que descubrió que Maia tenía un acompañante masculino había sido la primera vez que había perdido el control. Ayer, aparentemente, había sido la segunda… Roland se puso pálido mientras su mente barajaba posibilidades aterradoras.
En ese momento, la puerta del baño se abrió con un suave clic y el ruido del agua cesó.
Pattie salió del baño, con su esbelta figura envuelta en una toalla y los pies enfundados en unas zapatillas.
Las gotas caían en cascada de su cabello húmedo mientras se lo secaba con la toalla, lanzándole una mirada evaluadora. —Estás despierto. ¿Quieres darte una ducha?
Roland, que parecía un gato asustado, se aferró con más fuerza a la manta que cubría su vulnerable cuerpo.
Una leve arruga se formó en la frente de Pattie. Un observador desinformado podría pensar fácilmente que se había tomado libertades con él durante la noche.
Se adentró unos pasos en la habitación y le ofreció: —Anoche se te ensució la ropa. He pedido en el hotel que la limpien. Deberían traerla en breve.
La mente de Roland se vació de todo pensamiento racional, evocando inmediatamente escandalosos escenarios. ¿¡Cómo de salvaje se había vuelto la velada para que su ropa necesitara una limpieza profesional?!
Las puntas de sus orejas se sonrojaron de vergüenza mientras se levantaba de la cama, todavía envuelto en la manta, y se retiraba apresuradamente hacia el baño.
Pattie observó su extraño comportamiento con desconcierto, y luego se estremeció al oír el estruendo de la puerta al cerrarse de golpe y el clic de la cerradura al encajar con decisión.
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