Resurgiendo de las cenizas - Capítulo 361
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Capítulo 361:
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Los labios de Mariana se curvaron ligeramente, pero no dijo nada más. En su lugar, metió la mano en el bolso.
En ese momento, una tarjeta negra con un brillo dorado se deslizó de su bolso y cayó con ruido sobre el suelo de mármol.
—Mariana, se te ha caído algo —dijo Rosanna, que se agachó rápidamente para recogerla.
Justo cuando Rosanna iba a coger la tarjeta, un zapato presionó con fuerza su mano. El tacón pertenecía a Mariana, cuyos elegantes zapatos de tacón alto ahora inmovilizaban la mano de Rosanna contra el suelo.
El dolor en los nudillos de Rosanna se intensificó, adormeciéndole los dedos.
Mariana parecía imperturbable, con la atención fija en la obra de arte mientras apretaba aún más fuerte.
El dolor atravesó la mano de Rosanna, amenazando con romperle los huesos. Estuvo a punto de gritar, pero las palabras de Mariana resonaron en su mente, obligándola a reprimir el dolor.
Mariana bajó entonces la mirada con indiferencia y levantó el pie de la mano de Rosanna.
—Oh, Rosanna, lo siento, no te había visto. ¿Te ha dolido mucho? —preguntó con fingida indiferencia. Su disculpa sonó poco sincera, haciéndose eco de la indiferencia de la reina representada en la obra de arte.
Rosanna, visiblemente conmocionada, esbozó una débil sonrisa y respondió: «No es culpa tuya, Mariana. Fue mi descuido poner la mano debajo de tu pie».
A continuación, se dispuso a limpiar el polvo de los tacones de Mariana con la manga, mostrando una actitud servil y respetuosa.
«Se te han ensuciado los zapatos. Déjame limpiártelos», dijo Rosanna en voz baja.
Los ojos de Mariana parpadearon brevemente y una leve sonrisa se dibujó en sus labios mientras observaba a la mujer que tenía delante, con la cabeza gacha en señal de sumisión. Eso era exactamente lo que deseaba: que Rosanna comprendiera su posición. Estaba insinuando que, en su presencia, Rosanna no sería nunca más que una sirvienta obediente.
Mariana se inclinó ligeramente, fingiendo preocupación. —¿Todavía te duele?
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A pesar de la hinchazón y el enrojecimiento visibles en su mano, Rosanna respiró hondo y respondió con una sonrisa contenida: —No, el dolor ha remitido.
«Me alegro de oírlo», respondió Mariana, con una sonrisa apenas perceptible. El gesto era tanto una reprimenda como una prueba, una medida punitiva por el bien de Melanie.
Independientemente de las intenciones de Rosanna, tanto si quería desafiar a la familia Cooper como si no, era necesario disciplinarla. Sin embargo, Mariana estaba dispuesta a pasar por alto otras transgresiones siempre y cuando Rosanna siguiera siendo obediente.
Mientras seguían caminando, Mariana sacó otro tema de conversación con naturalidad. —Por cierto, ¿cómo supiste que Ethan Watson venía de los barrios bajos? ¿Qué relación tienes con Ethan?
El corazón de Rosanna se aceleró. Antes de que pudiera responder, el tono de Mariana se endureció. —Espero que seas completamente sincera.
Rosanna vaciló, dividida entre hablar y callarse. Entonces, levantando la cabeza, con los ojos enrojecidos, susurró: —En realidad… Ethan era mi hermano. Antes de que los Morgan me trajeran a casa, vivíamos juntos en los barrios bajos. Más tarde, descubrí que no éramos parientes. Su verdadera hermana es Maia.
Mariana, a medio camino, se detuvo y se giró para mirarla.
Un salvaje latido de pánico martilleó el pecho de Rosanna. Alguien como Mariana no tendría ningún problema en indagar en su pasado, y las sutiles insinuaciones de ese día ya lo habían dejado claro. Rosanna no tenía margen para mentir.
Bajó la mirada y luchó por mantener la voz firme. —Siempre me he sentido muy avergonzada. Me preocupaba que me menospreciaras si sabías la verdad. ¡Te juro que nunca quise ocultarte nada!
Las palabras le salieron temblorosas mientras las lágrimas caían libremente.
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