Resurgiendo de las cenizas - Capítulo 353
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Capítulo 353:
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Marisa mordió su piruleta y sonrió con aire burlón. «Una apuesta es una apuesta».
Mientras tanto, Maia acababa de salir del edificio de enseñanza cuando oyó la voz de Hurst detrás de ella.
«Señorita Watson, ¿podría esperar un momento?», la llamó.
Maia se dio la vuelta.
El sol pegaba fuerte y el sudor perlaba la frente de Hurst. Detrás de él estaba su asistente, Lionel.
Maia se puso a la sombra. Su voz era plana y distante cuando preguntó: «Sr. Cooper, ¿qué más quiere?».
Hurst la siguió a la sombra. Tomó un pañuelo de Lionel, se secó la frente, exhaló un aliento caliente y finalmente habló.
—Señorita Watson, ya me ha ayudado dos veces. No esperaba que mi hija hiciera hoy una tontería así y le hiciera daño a su hermano. Me siento muy mal por ello.
Hizo una pausa y continuó: —Soy propietario de una bodega y me vendría muy bien alguien con su experiencia. Quiero ponerla a su nombre como forma de agradecerle lo que ha hecho y de pedirle perdón por lo de hoy.
Maia arqueó una ceja ante sus palabras, claramente sorprendida. No se lo esperaba: ¿Hurst le estaba ofreciendo una bodega entera?
—Sr. Cooper, le agradezco mucho su amabilidad —dijo Maia con una suave risa—. Pero no puedo aceptarlo. Estoy demasiado ocupada para llevar una bodega.
Hurst se quedó inmóvil, claramente sorprendido por su rotunda negativa.
Pensando que Maia no entendía el valor de la oferta, Lionel intervino. —Señorita Watson, la bodega del señor Cooper genera más de cincuenta millones de dólares al año. ¿Está segura de que quiere dejar pasar esta oportunidad?
Maia no se inmutó. «Estoy segura».
Lionel se quedó desconcertado por su determinación.
Su actitud fría no hizo más que reforzar la convicción de Hurst de que Maia no era una mujer corriente. Debía de ser alguien que había experimentado el poder real, alguien que no se lo pensaría dos veces antes de rechazar una bodega de cincuenta millones de dólares.
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Para Hurst, esa bodega era solo un proyecto secundario. Claro, era una de las más grandes de Wront, pero en comparación con sus negocios reales, apenas representaba una parte insignificante.
Con ese pensamiento en mente, el tono de Hurst se volvió más serio. —Señorita Watson, sé que este pequeño gesto no es ni remotamente suficiente para demostrarle lo mucho que aprecio su ayuda o lo mucho que lamento lo de hoy. Si no tiene tiempo para dirigir la bodega, no pasa nada…
—Está bien. Puede poner su nombre, aparecer de vez en cuando. Me aseguraré de que los beneficios vayan directamente a su cuenta cada año.
Maia se tomó su tiempo para responder. Sinceramente, nunca había conocido a nadie tan dispuesto a ceder su negocio a otros.
Antes de que pudiera decir una palabra, Hurst, temeroso de que volviera a rechazar la oferta, sacó apresuradamente una invitación dorada con un ribete negro de su bolsillo y se la entregó.
—Además, dentro de dos días, la familia Cooper celebra su gala privada anual. Me encantaría que vinieras. ¿Estás libre?
¿La gala de la familia Cooper?
Maia miró la elegante invitación negra que Hurst sostenía en la mano. Había oído hablar de ella. La gala privada de la familia Cooper era un evento de alto nivel, estrictamente por invitación, al que acudían las figuras más destacadas del mundo de los negocios de todo el país.
Aunque se llamaba gala, se parecía más a un campo de batalla de alto riesgo para establecer contactos. Girando en torno a oportunidades de inversión, intercambio de información, formación de asociaciones y fusión de recursos. Cada año, numerosas personas tramaban y planeaban solo para conseguir esa codiciada invitación negra. Sin embargo, solo unos pocos lograban entrar.
Ahora, Hurst, el organizador de la gala, le había extendido una invitación personal a Maia. Tal gesto tenía mucho peso.
Maia se tomó un momento para pensarlo y, esta vez, aceptó la invitación sin rechazarla. Rápidamente comprobó la hora y el lugar impresos en la tarjeta. Esta podría ser su oportunidad de oro para descubrir la verdadera influencia de la familia Cooper.
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