Resurgiendo de las cenizas - Capítulo 35
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Capítulo 35:
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Al ver a Pattie allí tumbada, Maia sintió el instinto de darse la vuelta y marcharse.
A su derecha, un chico guapo se inclinaba hacia el hombro de Pattie. Al otro lado, otro chico le acercaba una bebida a los labios con una sonrisa coqueta.
Maia negó ligeramente con la cabeza, esbozando una leve sonrisa. Habían pasado cuatro años, pero estaba claro que Pattie seguía siendo la reina del capricho.
De repente, Pattie levantó la vista al percibir un movimiento con el rabillo del ojo. Su expresión cambió en cuanto reconoció a Maia. Sin pensarlo dos veces, se deshizo de los dos chicos, se levantó y abrazó a Maia, que se quedó sorprendida.
—Maia… No puedo creer que te esté viendo de nuevo —dijo Pattie con voz emocionada.
Maia le tomó la mano con delicadeza y le dedicó una sonrisa suave. —Bueno, aquí estoy. Todavía de una pieza.
Pattie la soltó, se secó las comisuras de los ojos y tiró suavemente de Maia para que se sentara a su lado en el sofá. Un brillo familiar volvió a aparecer en su rostro. —Vamos, cuéntame. ¿Qué ha pasado? ¿Cómo has estado estos últimos cuatro años? ¿Alguien te ha dado problemas allí? Porque si alguien se ha atrevido a meterse contigo, ¡juro que lo buscaré yo misma!
Las luces del techo proyectaban un suave resplandor, pero los ojos de Maia se habían ensombrecido.
Al recordar aquellos primeros días en la prisión de Wront, donde vagaban peligrosos criminales y cada respiración era una lucha, Maia se sumió en una niebla de recuerdos. Pero incluso en un lugar así, Zoey había sido una chispa en la oscuridad. Saber que alguien ahí fuera todavía se preocupaba por ella lo era todo.
Una pequeña sensación de consuelo la invadió cuando buscó la mano de Pattie. Se la apretó con fuerza y negó con la cabeza. —¿Intentar intimidarme? Por favor. Allí era yo quien llevaba la batuta.
—¡Eso suena exactamente como tú! Sabía que te mantendrías firme. —Pattie sonrió y le apretó los dedos rápidamente. Pero entonces algo cambió en su expresión. Sus ojos recorrieron a Maia de pies a cabeza—. Espera. ¿Qué es este atuendo? ¿Desde cuándo te vistes así? Esto no es tu estilo de diseñador. ¡Tú eres todo lujo!
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—¿No te gusta? —Maia entrecerró los ojos y sonrió con picardía, tan juguetona como siempre.
Pattie se acercó y le dio un suave golpecito en la frente. —No seas tonta. Solo me preocupo por ti, ¿vale?
Se inclinó detrás del banco y sacó una bolsa de regalo envuelta en papel de seda plateado y cinta. —¡Toma! Adivina qué es.
Maia aceptó la bolsa y echó un vistazo dentro. La tela brillaba bajo las luces: azul cielo, salpicada de detalles cristalinos, como estrellas bañadas por el crepúsculo.
¿Era eso… Blue Sea?
Frunció el ceño y levantó la vista. —Esto es…
Con una sonrisa triunfante, Pattie asintió. —Sí. Es tu diseño. El mejor que has hecho, en mi opinión. Me aseguré de guardarte uno. MCN no tendría ni la mitad de brillo sin ti. Y, sinceramente, nadie lleva ese vestido como tú. Vamos. Déjame verte con él, solo esta vez.
Maia dejó la bolsa sobre la mesa y echó un vistazo a la habitación. —¿Para ti? Me lo pondría cualquier día. Pero aquí, ahora mismo… Probablemente no sea el mejor momento.
—Pero me voy a Varninski por la mañana —Pattie la miró con ojos grandes y suplicantes—. Por favor. Lo único que quiero antes de irme es verte con ese vestido Blue Sea y oírte cantar «One More Day». Solo una vez más. Eso es todo.
«One More Day» era una canción que Maia había compuesto en el instituto, en homenaje a su amistad con Pattie. Aquella tarde, el día del cumpleaños de Pattie, Maia la había arrastrado al campo de fútbol y se la había cantado solo para ella.
Maia aún recordaba claramente aquel día. Las dos estaban tumbadas en la hierba, con la mirada fija en el amplio cielo azul, soñando libremente con su futuro.
Pero poco después, la vida de Maia dio un vuelco. La incriminaron, la encarcelaron y pasó de ser la niña mimada de la familia a una delincuente convicta, considerada una vergüenza total.
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